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Puerto Real

Coronavirus Cádiz: “Estoy curado y solo puedo dar las gracias a los sanitarios”

  • Un roteño que ha vencido al coronavirus escribe una carta de agradecimiento a los sanitarios que le atendieron

  • Estuvo un mes hospitalizado en Puerto Real, 18 de esos días en la UCI

Manuel Ortiz en su casa de Rota donde sigue recuperándose

Manuel Ortiz en su casa de Rota donde sigue recuperándose / DCA

Se llama Manuel Ortiz, tiene 54 años, es vecino de Rota y se siente “muy afortunado” por poder contar su historia. Es uno de los 24 pacientes que han recibido el alta en el Hospital Clínico Universitario de Puerto Real tras superar el coronavirus. Ya está en casa. Allí sigue recuperándose de un virus que ya no habita en su cuerpo pero que pasó por el como un huracán. “Con mucha mala leche”, dice.

Suena a tópico, pero Manuel ha vuelto a nacer después de estar 18 días en la UCI, once de ellos “muy malito, entubado con un respirador artificial y sedado” y el resto “totalmente ido a consecuencia de la medicación”. Al historial de Manuel se le suma una semana más, ya en planta, donde sí pudo estar acompañado de Mari Carmen Cuesta, su mujer, que no dudo en aislarse con él en la habitación de la tercera planta del Clínico donde terminó de recuperarse. En total, casi un mes preso del Covid-19.

Esos treinta días los resume Manuel en muy pocos minutos. No quiere hablar de ello y no es por temor, reparos o por no revivir una de las peores experiencias de su vida. Tiene prisa porque quiere pasar al capítulo dos: al de los agradecimientos al personal sanitario, “gente con corazón, profesionales como la copa de un pino que trabajaban como burros”.

Dice que las palabras se quedan cortas para dar las gracias por el trato recibido por los profesionales del Clínico. Fueron muchas las personas que le atendieron en Urgencias, en la UCI y en la planta, y para ordenar sus ideas ha escrito una carta dirigida a todos ellos. “A algunos les puedo poner cara pero a la mayoría no. Entre la situación que yo vivía y los equipos de protección que utilizan en esta lucha es imposible reconocerles”, dice. “Personas que en cada cambio de turno se acercaban a través de un cristal a preguntarme cómo había pasado el día y me pegaban en los cristales dibujos que me hacían sus propios hijos, sin conocerme de nada, como si de mi propia familia se tratase”, recuerda con emoción.

Sí sabe nombres que no olvida. El de la doctora de Urgencias, Mª del Mar Bajo Escudero, “porque en esos días sin información y tan duros para mi familia fue nuestro ángel, nuestro rayo de luz y nuestro mayor apoyo. Ahí estaba ella siempre con un audio de WhatsApp o una llamada telefónica acompañada de una sonrisa y un beso muy grande”, dice Manuel.

Y es que a la angustia por el estado de salud de los pacientes se suma, en muchos casos, la falta de información. Las salas de espera de la UCI están ahora totalmente deshabitadas. Las familias no pueden acudir al hospital ni hablar cara a cara con los sanitarios. “Al principio la información era inexistente. Mi familia estuvo totalmente sola, perdida y desamparada, hasta que el personal se dio cuenta de que tras el número de pacientes también hay una familia que sufre”, relata Manuel, quien tiene claro que todo cambió cuando se empezó a llamar todos los días al acabar el turno para dar el “parte de guerra con el que, al menos, podían dormir mejor”. También por eso da las gracias a Esther Galán y Encarna Siles, personal del Centro de Salud de Rota, “que cada día mantuvieron contacto telefónico con mi mujer e hija. No sabemos cómo vamos a poder agradeceros todo lo que habéis hecho y luchado junto a nosotros”, dice.

Ahora, sentado el sofá de casa, con muchas lagunas, con un cuerpo malherido que se empieza a recuperar y con doce kilos menos, el roteño tiene palabras elogio para la toda la enfermería, auxiliares, facultativos, celadores o el personal de limpieza. “Para todos y cada uno de los que pasaron conmigo algún que otro ratito, y en especial a la doctora Rocío Jiménez, que llevó mi caso desde que entré en UCI, y a la que tanto a mi familia como a mi nos gustaría poner cara”.

Ese agradecimiento se amplía al personal que le atendió en la planta; a la doctora Patricia Jiménez Aguilar, por su profesionalidad; a Fátima Risco, a quien le tenemos un cariño especial; y al personal de cocina que siempre tuvo mensajes y dibujos de ánimo para los pacientes. Y es precisamente no de esos mensajes que llegaban entre las bandejas de comida, el que Manuel hace suyo para cerrar su lucha contra el coronavirus: “Lo único imposible es aquello que no intentas”.

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