Cádiz y el general José de San Martín

Este domingo 17 de agosto se cumplen 50 años del regalo que la Municipalidad de Buenos Aires hizo a Cádiz y que rememora el pasado gaditano y el servicio prestado al ejército español antes de marchar a América

El viernes se celebró un acto de homenaje al militar

Monumento antes del montaje definitivo en agosto de 1975
Ángel Guisado
- Académico del Instituto Nacional Sanmartiniano

A pocos gaditanos se le habrá escapado la visión del monumento ecuestre al general José de San Martín junto a la iglesia de San José (aunque los árboles lo están ocultando cada vez más). Muchos habitantes y visitantes de la ciudad se preguntan, en muchas ocasiones, qué hace ahí el monumento de un “traidor” a la monarquía hispánica que consiguió la emancipación de América del Sur luchando contras las tropas realistas y los paisanos leales al nefasto Fernando VII.

Quizás esa fuese la lectura superficial de los acontecimientos y descontextualizada de una época compleja que ha sido interesadamente manipulada por unos y por otros a ambos lados del Atlántico. Pero hoy no vamos a detenernos en la compleja transformación de un soldado español, de antigua familia castellana, con hermanos militares también con brillante hoja de servicios que sí se quedaron en España y no se adhirieron al movimiento emancipador, aunque todos habían nacido en América durante el desempeño militar de su padre en aquellas tierras del Virreinato del Río de la Plata.

Si tenemos que resumir muy sucintamente la vida de San Martín, debemos subrayar que llega a Cádiz recién cumplidos los seis años y que, desde 1801 a 1811, tuvo en Cádiz su lugar de destino militar. Es decir, la infancia, adolescencia, juventud y primera madurez se desarrolla en España. Y no solamente será un oficial de infantería con prestigio, intachable hoja de servicios y valor acreditado tanto en la guerra como en su servicio durante la epidemia de fiebre amarilla que asoló Cádiz entre 1801 y 1803, fue persona de confianza del Gobernador Solano y, tras su ignominioso asesinato, ayudante del Marqués de Copigny durante la Guerra de Independencia.

Pero compartió también el espíritu gaditano liberal y la desolación ante una monarquía decadente y que no auguraba nada bueno para España. Quizás haber visto tan de cerca a las más altas autoridades de la Regencia, las Cortes (con sus diputados peninsulares y ultramarinos), así como las debilidades ante el aplastante ejército napoleónico y la siempre incierta ayuda británica, pudieron avivar el deseo de un futuro diferente para América fuera del absolutismo y la crisis de la metrópoli.

Sea como fuere, debe quedarnos claro que San Martín vivió como un gaditano más durante una década, con sus mismas alegrías, penas e incertidumbres, antes de iniciar su aventura americana que lo incluiría en letras de oro de la historia militar y política universal. Porque, más allá de filias o fobias de bandera, el genio militar de su gesta americana sigue siendo estudiada en las academias militares de todo el mundo.

Como le ocurriese a su contemporáneo amigo Bernardo O´Higgins, San Martín se vio forzado al exilio voluntario ante la incomprensión de sus paisanos de no querer tomar partido en las guerras civiles que seguirían al desmantelamiento de los virreinatos españoles. Así, acabará su vida en Boulogne-sur-mer (Francia) tras varias décadas de vida apacible y alejada de las tribulaciones de la naciente república marplatense. Al menos, pudo disfrutar de una vejez tranquila, acompañada de su única hija y el cariño de sus nietas, alterada solamente con visitantes que deseaban escuchar al héroe de América.

Este domingo se cumple el 175 de “su paso a la inmortalidad” (como lo recuerdan en Argentina).

En 1975, la municipalidad de Buenos Aires impulsó el hermanamiento con Cádiz y la donación de la estatua ecuestre a la que nos referíamos al inicio. En Argentina todavía no se había producido el golpe de estado militar y en España ya se vislumbraban los estertores del régimen franquista. La razón de esta donación y del recuerdo permanente a San Martín en Cádiz tenía y sigue teniendo sentido. Mientras fue soldado del ejército español, lo fue con todas las consecuencias y méritos. Y mientras vivió en Cádiz, compartió sus luces y sus sombras, incluyendo un comportamiento ejemplar durante la epidemia de fiebre amarilla que le valió un ascenso en su carrera militar (hecho extraordinario en la época). Recordemos que, solamente en su cuartel de Santa Elena, fallecieron doscientos soldados.

Este domingo 17 de agosto se cumplen también los 50 años de este regalo argentino que engrandece el patrimonio de la ciudad. Para su solemne inauguración, además de las autoridades diplomáticas, civiles y militares, acudieron soldados del Regimiento de Granaderos a Caballo, que fundase el propio San Martín, constituyendo una estampa que ha quedado para la historia local.

Acto de inauguración del monumento el 17 de agosto de 1975
Acto de inauguración del monumento el 17 de agosto de 1975

El monumento es obra del francés Joseph Louis Daumas que se erigió primero en Santiago de Chile (aunque en su mano derecha portaba la bandera del Ejército de los Andes en lugar del índice apuntando hacia el futuro libre de los pueblos) y que luego se modificaría en la réplica que se encuentra en Buenos Aires, Nueva York (Central Park), Madrid (Parque del Oeste) y Cádiz.

Razones para que se encuentre cercano al cementerio de San José (abierto en 1800 para enterrar a los muertos por la fiebre amarilla) están sobradas. En recuerdo de aquella participación en la lucha contra la epidemia de fiebre amarilla, en el monumento a José de San Martín, se ubica una placa de bronce conmemorativa con el siguiente texto: “Cádiz supo de su grandeza moral y espiritual durante la peste de 1803. Ofrendó su amor por el pueblo gaditano”. La placa de bronce del otro costado está dedicada a su ejemplar actuación en Bailén contras los franceses. No solo se recuerda al que fue temporalmente un gaditano ejemplar, también se muestra la necesaria admiración mutua entre pueblos que están inevitablemente conectados por una historia común.

Placa de bronce en el monumento que recuerda la conducta ejemplar durante la epidemia de fiebre amarilla en Cádiz
Placa de bronce en el monumento que recuerda la conducta ejemplar durante la epidemia de fiebre amarilla en Cádiz

Aunque su vida tomase un camino diferente al que tomaron otros liberales de su época (como sus propios hermanos o Riego, Torrijos, o los miles de exiliados liberales), San Martín encuentra comprensión y respeto en una ciudad que es y será siempre la más americana de España. Tan americana como para entender a todos sus hijos hispanoamericanos y para mostrar a los argentinos que hoy residen en Cádiz que somos hermanos (porque así también lo quisieron Cádiz y Buenos Aires en 1975) y que ser los custodios de la cuna de la libertad no es solo un tópico.

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