Sobreactuación en la cumbre de la OTAN

La reciente cumbre de la OTAN celebrada esta semana en La Haya ha situado a España como el único país díscolo con la estrategia de aumento del gasto militar en un contexto de guerras y tensiones geopolíticas que exigía menos sobreactuación por parte del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Las jornadas previas a la cita en Países Bajos ya anticipaban que la precaria situación del Ejecutivo español ha pesado más de lo que debería. El anuncio el domingo en una precipitada comparecencia sin preguntas de que España sólo elevará el gasto en defensa hasta el 2,1% del PIB gracias a un pacto que permitía su exclusión fue rápidamente desmentido por el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, que dijo que el esfuerzo de España tendría que ser, estimó, del 3,5% del PIB. La discrepancia sólo buscaba complacer a los socios del Ejecutivo español, tanto dentro de la coalición como en la mayoría parlamentaria que apoyó la investidura de noviembre de 2023 y, con ello, desviar la atención sobre los casos de corrupción que tienen cercado al Gobierno. No era necesario crear tensión con países aliados, que en su mayoría también forman parte de la Unión Europea. Son aliados que han ayudado a España en situaciones comprometidas, como la pandemia sin ir más lejos. Máxime cuando esa tensión artificiosa, que terminó por visualizarse en una buscada distancia con el resto de líderes en la foto de familia, se contradice con el hecho de que España sí firmó el compromiso y a la postre, jurídicamente, se suma al resto en la promesa de gastar en defensa el 5% de la economía nacional en 2035. Podemos compartir que esa cuantía puede llegar a ser inabarcable para España y que es arbitraria porque sólo responde a una demanda de Donald Trump. Y la amenaza de éste con castigar a España con más aranceles es intolerable. Pero las razones que han llevado a confrontar con el presidente de EEUU y con el resto de socios de la OTAN tienen más que ver con el interés partidista de Sánchez que con el general.