
Vía Augusta
Alberto Grimaldi
A Montero no le salen las cuentas
Su propio afán
Jamás me he quejado de que los notarios ganen mucho dinero ni de que los militares ganen muchas medallas. Los profesores tenemos muchas vacaciones, a mucha honra. El problema de la envidia transversal es que vamos a conseguir un país donde todos seamos idénticos pero por abajo, en el subsuelo. Desde el Génesis, es lógico que cada oficio tenga sudores de su frente, pero es justo que con ellos gane su variedad de pan. Hay trabajos durísimos, que no tienen ventajas propias, lo sé; y todavía peor es no tener trabajo. Eso sí hay que cambiarlo, no las medallas ni los veraneos.
Las vacaciones son, además, importantísimas… para los alumnos. No en vano la etimología de ‘escuela’ es la misma que la de ‘ocio’, skholê. ¿La clave del colegio, el instituto y la universidad es el recreo? Es básico, pero se queda corto. Lo esencial es el ocio.
Uno sólo es señor cuando dispone de su tiempo (y de su espacio, pero aún más de su tiempo). Por eso el domingo es el día del señor, también en minúsculas, según sentencia el filósofo Higinio Marín. La educación de verdad no consiste en enseñar un temario o preparar para un trabajo, por muy bien pagado que esté. Educar –como recuerda su noble etimología, compartida con ‘duque’– es guiar a las personas hacia su máxima dignidad. La de mayor libertad y mejor empleada.
Las vacaciones no están para echarse en la playa durante el día y echarse a la noche más tarde. Están para ejercer el dominio de uno mismo y de su tiempo con las mínimas interferencias prescriptivas. Del mismo modo que el trabajo, más que para el sueldo, que es un medio, está para hacerlo uno bien y para garantizarse así el señorío sobre sus tardes y noches, sus domingos y sus veraneos. Esto es, sobre su skholê. Y, a través del tiempo libre, de su alma, su conciencia, su cultura. Los ingleses las llaman holidays porque son para lo más sacro.
Hay que someterse durante gran parte del año a una disciplina y a una pedagogía, sin duda. Pero si no hubiese unas largas vacaciones, que son como las prácticas de la formación humanística, nadie alcanzaría su madurez completa. Los estudiantes encaran estos dos meses de asueto con el mejor ánimo, como es normal, porque sólo la aspiración a lo excelso colma el espíritu. ¿Muchas vacaciones? Pocas me parecen, cuando son buenas.
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