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Lo ha hecho. Pedro Sánchez ha abierto la caja de los truenos y además de acusar a Israel de genocidio, ha advertido que fortalecerá el embargo de armas a Israel con nueve medidas para bloquear el envío de armamento a Israel, que incluyen la prohibición de utilizar el espacio aéreo español para aviones que suministren armas a Netanyahu.
Se comprende la reacción del presidente español contra Israel, los acontecimientos últimos ya no permiten justificar los ataques de Israel a Gaza como garantía de seguridad para la supervivencia del Estado, respuesta al brutal ataque del 17 de octubre de 2023 realizado por Hamas, el atentado más brutal desde la creación de Israel. No cabe porque, siendo difícil hacer una guerra con un Hamas que vive bajo tierra, utiliza escudos humanos y utiliza centros civiles significativos para protegerse de los bombardeos israelíes, Netanyahu pierde toda la razón, toda, actuando son tanta fiereza contra la población civil, sin respetar ni las colas del hambre, la asistencia sanitaria ni la indefensión de niños y ancianos que vagan por las calles de la Franja tratando de buscar, entre los escombros, un lugar donde guarecerse, encontrar a sus familias desaparecidas o llevarse algo a la boca.
Habrá quien diga que Sánchez ha tomado una decisión muy cuestionable respecto a Israel porque intentaba desviar el foco de atención; hoy puesto en los sucesivos casos de corrupción y en las complicadas comparecencias judiciales previstas esta semana.
Es posible, probablemente seguro, que efectivamente el ataque de este lunes contra Netanyahu tenga como objetivo que se hable menos de los nombres del sanchismo, hoy bajo la lupa de los tribunales y que incluyen a su propia mujer, para poner el acento en Israel. Incluso siendo posible esa estrategia del presidente, se comprende la arremetida contra Netanyahu. Merecida arremetida.
La reacción de Israel era predecible: protesta que probablemente se traducirán en decisiones recíprocas a las españolas, y prohibición a dos ministras de entrar en el país. Habrá más. Y es ahí donde Sánchez tendría que haber medido sus decisiones. Israel cuenta con medios para hacer un daño irreparable al gobierno, más que a España. Lo sabe cualquiera que conozca cómo se mueven los israelíes en el mundo de la inteligencia y la seguridad , y cuál es su nivel de información a todos los niveles.
Y queda por saber qué ocurrirá con la Unión Europea, donde ahora Sánchez no es el personaje con mayor respaldo entre sus colegas europeos. Ya no es el único jefe de Gobierno que pide la creación de un Estado palestino, de hecho en la Asamblea General de la ONU lo anunciarán en pocos días tanto Macron como Mers. Pero el resto de las decisiones españolas, como el embargo de armas y boicotear el paso al transporte comercial a Israel, es difícil asumirlo por las instituciones europeas sin el consenso previo del resto de los países. Pedro Sánchez ha dado un paso de alto riesgo.
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