tribuna libre

José Luís Ibáñez González

En recuerdo del Padre Camilo

En el día de ayer la comunidad parroquial de San José volvió a vivir otro gran acontecimiento que vino a engrandecer, aún más si cabe, la celebración de los 225 años de su bendición como Parroquia. Los restos mortales del sacerdote Camilo García Valenzuela, uno de sus servidores, cura propio y emérito durante 1947-1994, fueron trasladados allí.

Qué difícil me resulta recoger en unas líneas todas las situaciones vividas al lado del Padre Camilo. Los recuerdos se agolpan en mi mente y por unos instantes revivo los años de mi adolescencia en los que colaboré con él en la parroquia.

Los que tuvimos la suerte de conocerle y trabajar a su lado, recordamos su espíritu luchador que en ocasiones se reflejaba en sus homilías. No fueron años fáciles para este sacerdote.

Reservó su fidelidad para la Iglesia, a la que sirvió abnegadamente, y ofreció su espíritu de servicio a los demás. Esta fue la nota dominante en su trayectoria: el trabajo y la preocupación por los menos favorecidos, manteniendo largas reuniones que daban como fruto la puesta en marcha de proyectos para paliar las necesidades de las familias más pobres de una de las feligresías de mayor superficie de nuestra ciudad.

Supo comprometer a aquellas personas que, por su posición social en aquellos tiempos, podían ayudar con aportaciones económicas e invirtiendo su tiempo para que las diferentes asociaciones de la parroquia funcionasen para llevar a cabo su labor social.

Supervisaba que todo estuviera ordenado, la iglesia limpia y arreglada, que las celebraciones fueran solemnes, como aquellos triduos pascuales y los majestuosos monumentos que se instalaban el Jueves Santo.

En la soledad de su despacho, fraguó el último de sus proyectos, el complejo parroquial, con el que tanto había soñado y en el que puso todas sus fuerzas, a pesar de los innumerables problemas que tuvo que vencer. En él dejó la impronta de su generosidad sin límites y su ilusionada actitud de construirlo con toda la ayuda que pudiera reunir. Hoy, gracias a esa constancia, la parroquia cuenta con unas dependencias que prestan un gran servicio.

El padre Óscar González, promotor de esta causa, y su sustituto, el padre Salvador Rivera, nos dan toda una lección de lo que debe ser el reconocimiento, el cariño y el respeto a las personas que nos precedieron y que trabajaron incansablemente por la edificación de la Iglesia de Cádiz.

Hasta ahora una inscripción con su nombre en el interior de la puerta del Sagrario y una lápida en la fachada del complejo parroquial, nos recordaban su paso por esta Parroquia; Desde ayer, son sus restos mortales los que descansan en paz a los pies del bendito Patriarca San José.

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