Estaba con su caballete en la calle pintando el entramado de fachadas, la palmera y el infinito. Estaba absorto en su ir y venir hacia el lienzo, como si quisiera utilizar sus ojos como pinceles. Miré de soslayo, porque sé que a los pintores les crujen los viandantes mirones y remirones que les sacan de sus casillas, como si les ahuyentaran las musas. Más tarde tuve la oportunidad y charlé con él, me encantaban sus obras, su luz, sus colores, sus trazos de artista embrujado... En varios sitios adquirieron sus obras que se contemplan todos los días y que recuerdan aquel hombre de ensoñaciones callejeras y manos manchadas de arco iris.
Pasó el tiempo, mucho tiempo, y el otro día no lo pude reconocer, desgreñado, torpe, mirando al infinito, andar desangelado. Era él y estaba ciego, casi ciego. Lo decía " miren que no veo bien, miren por favor que me han operado..." y miraba al vacío sus ojos perdidos. Y me dio una pena infinita. Un pintor de luces que se queda sin luz, un artista del blanco, azul y verde, que todo lo ve negro, que sólo tiene la noche sin día ¡ qué maldad más infinita! Me vino a la memoria aquel ciego mendigo a la puerta de una Iglesia granadina y que hizo esculpir a un poeta en las Torres Bermejas del Generalife aquello de " Dale limosna mujer / que no hay en la vida nada / como la pena de ser /ciego en Granada".
Su hablar atolondrado siempre contaba lo que tenía y no tenía, que vivía solo pero siempre contento rico de encargos y de pinturas realizadas en tal o cual sitio de renombre. Siempre iba corriendo pasitos cortos como con prisas, como los gorriones, para llegar a su destino, ante un paisaje o una nube que pasaba sobre las azoteas y los pretiles. Seguía igual, su hablar a borbotones, como si estuviera viendo, como si fuera a poner su caballete en la cuesta de la Iglesia, Sorolla callejero, rodeado de chiquillos, enfrente del campanario y de las esquinas amontonadas en la cal de siglos. Entonces me acordé también de aquel milagro del Evangelio... "Jesús tomó saliva en su mano y con tierra hizo barro y con él untó sus ojos, devolviéndole la vista"... a él y a nosotros.
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