El salón de los espejos
Stella Benot
La Transición andaluza
HASTA ese gran misterio que es, o que no es, el alma tiene valorado su peso (ya saben, 21 gramos). Sin embargo, ni los mejores científicos, ni los humanistas más reputados, ni los tasadores más expertos en la materia han logrado determinar lo que pesan las palabras. Los que vivimos de retorcerlas o dignificarlas les podemos asegurar que valen mucho más, muchísimo más, de lo que nos pagan y de lo que ustedes pagan por ellas. La palabra pesa, como el calor del desierto, como los exámenes de septiembre, como la culpa. Y si es impresa... pues ya lo dice el refrán... Sin embargo, no creo que se parezca más a una cárcel que el silencio, que nos condena y condena a los otros (ay, nuestros silencios...) Con las palabras hay que andarse con pies de plomo y, en la era digital, con dedos de hielo. Las palabras, como el alma, qué misterio... Codiciadas por los poderosos, que se empeñan en dictarnos su naturaleza, su peso y sus significados.
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