en la terraza

José Antonio López

La pescadilla y su cola

EN Cádiz gusta mucho la pescadilla enroscada, que es aquella que da pie a esa expresión popular de "la pescadilla que se muerde la cola". Una forma original y misteriosa de freír este humilde pescado, tan original y misteriosa como la costumbre de formar manojitos con los boquerones uniéndolos por su cola aprovechando la pegajosa acción de la harina humedecida.

Así es también Cádiz, la ciudad que se muerde su propia cola porque no sabe mirar hacia delante, que está a la cola de tantas cosas en España, que muere formando colas aunque no se sepa para qué o que reúne en manojitos a sus parados para freírlos en el humeante aceite de la resignación.

Cádiz es una gran pescadilla que, en ocasiones, solo puede consumirse en blanco, ese plato que muchos rechazan porque les recuerda a los tiempos de la niñez en los que los desajustes estomacales se sobrellevaban con el sencillo guiso.

Cádiz también está en blanco, blanco de ideas, de proyectos de futuro, con edificios en blanco, cerrados a cal y canto desde hace años, sobre los que solo se cierne la esperanza de la ruina, y con un Doce que no está sirviendo para justificar el desasosiego en el que están viviendo tantas familias.

Y buena parte de este desasosiego, en Cádiz y en todo el país. se produce por culpa también de una política incapaz de corregir el presente para labrar el futuro. Una política a la que no le está importando hundir el presente, y a todos los que vivimos en él, con la excusa de que se está preparando un futuro mejor, un futuro ficción en el que no cree nadie.

En esta política de austeridad a la que nos están condenando, la pescadilla no puede hacer otra cosa que morderse su maltrecha cola. Si el ciudadano cobra menos, o sencillamente no cobra, los negocios se derrumban como fichas de dominó y las empresas se hunden en el desconcierto que provoca un consumo cada vez más moderado. Una cosa lleva a la otra, una medida restrictiva provoca una respuesta restrictiva, y así nos tienen a todos, como la pescadilla que se muerde la cola: sencillamente fritos.

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