La azotea

Tamara García

memoria selectiva

23 de febrero 2014 - 01:00

NUESTRO cerebro posee un mecanismo maravilloso que nos ahorra muchos digustos. Bloqueamos y guardamos en el último cajón de la última alacena de nuestra cabeza el dolor de cada duquela que nos ha tocado vivir. El dolor no desaparece. El dolor se convierte en una fotografía desenfocada que algún día volverá a aparecer en algún lugar insólito, como un calcetín sin pareja. Si nuestra memoria fuera capaz de reproducir el dolor nos extinguiríamos. Nuestro cerebro es una máquina de supervivencia. Olvida lo que debe olvidar, recuerda lo que debe recordar. Sin embargo, hay memorias, las que rigen el Consejo de Ministros, por ejemplo, sibilinamente selectivas que son capaces de reparar las atrocidades cometidas por los Reyes Católicos contra los sefardíes tras la Reconquista pero ignorar el sufrimiento de los moriscos. Abrir las puertas para unos; cerrar y disparar contra otros.

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