obituario

Javier Pantoja / Ferrari Y / Familia

El hombre de blanco de pelo blanco

27 de julio 2011 - 01:00

DÍAS atrás ha fallecido el doctor Antonio Sánchez Heredia; Sánchez Heredia, Antonio o "el hombre de blanco de pelo blanco", como a mí me gustaba llamarle. Le puedo decir que lo siento mucho y que me apena de veras. Su recuerdo, le podría contar cómo Antonio llamaba a la puerta de la habitación del hospital, abría poquito, asomaba su cabeza con una mueca por lo entreabierto y te sacaba una sonrisa cuando dentro no andaban muy bien las cosas. Le podría contar cómo Antonio manejaba ese espacio indeterminado pero tan perfectamente delimitado que es la línea imaginaria que separa la habitación del enfermo de la sala de espera de los familiares con sus sillones bajos de skay marrón; su conversación hecha de silencios, su deambular infinito o su revista mil veces vista y manoseada. Le podría contar cómo me cogía del brazo mientras que mis abuelos, mis tíos abuelos o mi padre estuvieron hospitalizados y me explicaba con palabras comprensibles lo que ocurría más allá de esa puerta tan ancha que siempre lleva a un espacio al que no puedes pasar. Yo hacía como que no entendía porque, en esos momentos, lo que menos te apetece pero más te tranquiliza es entender. Le podría contar cómo nos daba ánimos a fuerza de sacarnos una risa casi nerviosa gracias a un chascarrillo, a una llamada a la responsabilidad, a un abrazo dado en ese preciso momento tan duro. Le podría contar que Antonio hacía honor a su arte y oficio, la Medicina, porque la practicaba en su significado más antiguo que remite al concepto del que dispensa cuidados. Le podría hablar del origen de la palabra médico que atiende más al cuidado y dignidad del paciente y a la de su entorno que a la tan necesaria y posterior históricamente disquisición sobre la enfermedad. Le podría contar todas estas cosas pero, francamente, no me apetece porque me ponen demasiado triste para hacerlo.

Lo que sí quiero contarle es que Antonio y su mujer han sido amigos de mi padres durante años y que, a veces, venían a comer a casa. Quiero contarle que en una de esas tardes de estío de hace una decena de años, en el verano que yo acababa de terminar la carrera y que andaba perdido en un mar de inseguridades, Antonio, en el transcurso de la conversación de la sobremesa, me contó la historia de una familiar suyo que acababa de terminar una carrera con mucha salida, como la mía, pero que había optado por abrir caminos nuevos dentro de su especialidad interesándose por la aplicación que sus estudios podrían tener en internet. Recuerdo que dijo: "Es el futuro, Javier. Hay que ir por ahí". Quiero contarle que esa conversación se quedó grabada en mi mente porque me dio esperanza. Con el tiempo es evidente que acertó de pleno y mi trayectoria profesional de una manera muy directa ha ido por el camino que inconscientemente él me trazó.

Por último, quiero contarle que le estoy profundamente agradecido por esto y por todo lo anterior y que el recuerdo de El hombre de blanco de pelo blanco quedará, siempre, en mi memoria y en la de mi familia.

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