La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Sánchez aguanta más que el teletexto
SIN tiempo para digerir nuestro estreno mundialista ante Costa de Marfil, un avión nos trasladó justo después del partido de nuevo a las afueras de Johannesburgo, donde tenemos nuestra sede de concentración. O como yo lo llamo, nuestra tienda de campaña, porque la tranquilidad y la naturaleza que rodea al sitio me recuerda más a un camping de los boyscouts. Supongo que los desvaríos y las anécdotas están hoy de más y lo que más os interesa es que os cuente mis impresiones acerca del encuentro. Allá va.
Estoy de acuerdo con vosotros, ha defraudado en belleza y puede que incluso haya sido, en ocasiones, hasta un poco aburrido. Al margen del espectacular tiro al palo de Cristiano. Desde el banquillo, y tratando de ser lo más objetivo posible, se veía a dos equipos con demasiado respeto el uno por el otro. Más preocupados por lo que perderían con un gol encajado que por lo que ganarían en caso de anotarlo. ¡Es un Mundial! Soy primerizo, pero es algo que sabemos todos que existe. Ese temor a tener que irte a casa antes de tiempo puede mandar a tus piernas más que las propias ganas de hacerlo bien.
¿Qué le ha faltado a mi selecçao? Pues no lo sé, pero sí sé que entre todos nosotros hay muchas posibilidades y opciones para cambiar la cara a esto. Y en el otro partido, una Brasil con problemas para ganar a Corea del Norte ya lleva tres puntos. El Mundial no espera.
Me preguntan si hay un ambiente más festivo aquí que en la Liga y todavía no sé qué decir. Lo que sí puedo confirmar es que las vuvuzelas esas no dejan de sonar tampoco cuando estás en el banquillo. Están ahí, se te meten en el oído. ¡Son un auténtico peñazo! Pero la música con la que me quedo es con el himno luso. ¿Me visteis cantándolo?
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