Puente de Ureña

Rafael / Duarte

A fuer de ismos

Estimados lectores, hoy me ha dado aforística. Anda Javier Salvago, un poeta de los más elevados en esta Andalucía, corrigiendo las pruebas de un libro estimulante que maximiza y gregueriza, en el mejor sentido ya que aforismo deviene de Hipócrates, y si el médico salvaba el cuerpo, Salvago sana y cura el alma.

El alma que, a veces, no corona las células y se pierde, se la comen los glóbulos blancos que intentan rechazarla porque siente valores inexistentes en esta sociedad enferma, y su lenta tristeza le da voz al silencio, ése que hace arte una sonata, o un aria, o un verso.

La etimología es la rama de la lingüística que debiera investigar los timos y no los étimos. Los timos de las palabras. De la deficiente literatura. De las columnas. De las ideas. Y no debiera pasar ninguna que no aportase algo a los días, a la música, a los tiempos.

Tiempos que, es estos días, con la política, andan con la mentira elevada al cubo, como si fuésemos idiotas, y no supiésemos votar. Por eso me sumerjo en Javier, su literatura, su pesimismo crónico, como el mío. Un tanto, aforísticamente, tal: miente lo que quieras, pero con la sinceridad por delante.

¿Es que en estos días sólo se habla de fallos y de fallas, de errores y terrores? La isla es como un vagón desenganchado en el caño, y es espesa como su lodo en bajamar, extraña como sus paseos marítimos alejados y rotos. Escribir, pienso, es contar, narrar, imaginar, lo mismo que leer y por lo tanto no entiendo que le llamen escribir a husmear o gulusmear contando fallos o acrimonias, fantasmas de un pueblo en decadencia por la crisis, pueblo pasota desde que se inventó el inmovilismo.

A veces la Ínsula nuestra que está por los suelos es tan desconcertante, como esperar un autobús en el mar, o arar el horizonte, o soñar con palabras. ¿Sabemos, somos conscientes que cualquier ciudadano conoce más sinónimos de insultos, deprecaciones y descalificaciones que de palabras laudatorias para ensalzar, enaltecer, exaltar o simplemente reconocer una labor de alguien?

El amor es la capacidad de incapacitarme como egoísta. Por eso leo a Salvago. Porque la percepción de la belleza es sólo humana. Y su creación, privilegio y don divino de unos pocos: Javier Salvago, Karmelo C. Irribarren, Felipe Benítez y pocos más.

La calidad humana no debe estar en relación con el precio, escribe Salvago en su próximo libro Hablando sólo por la calle para La Isla de Siltolá, que no es esta Isla de nuestros padecimientos y oraciones.

Cervantes cuenta cómo los galeotes españoles mordieron a un Barbarroja hasta matarlo. ¿Sería ésa la etimología insemántica de las bocas de la Isla. De los acusadores concretos de piedra y mano que no dan tiempos ni corazones?

El corazón tiene razones que el corazón comprende. Perdonad que me dé aforística. Sócrates decía que hay que buscar lo bello, el bien y todas las cosas de esa clase. Aunque también aclara que la belleza es difícil de saber. A lo mejor es la sal de mi tierra.

Claro que sigo leyendo a Salvago, y estoy de acuerdo: muchos sabihondos y pocos sabios hondos. Y el poder aprieta, y si se le permite, ahoga.

Tendremos que leerlo muchos más.

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