Notas al margen
David Fernández
Del cinismo de Sánchez a la torpeza de Feijóo
Cuenta Álex Rosal, director de Libros Libres, que en China existe un llamado «Ejército de distracción» (el “50 Cent Army”) de cientos de miles de asalariados. Su trabajo consiste en acudir a cualquier foco de rebelión o de disgusto en las redes sociales. No para discutir con los indignados ni con los afectados, sino sólo para cambiar de tema. Se ponen a hablar de fútbol o del último escándalo de un actor o del éxito de una cantante. Generan nuevos temas de conversación que hacen que las masas olviden lo que tan enfadadas las tenían. Los chinos no son tan tontos como nosotros, que hacemos lo mismo, pero sin cobrar. Nos pisamos la manguera y los mismos que deberíamos estar indignados nos distraemos enseguida. Un asesor político decía a su jefe en mitad de un escándalo mayúsculo que la solución era simple. Cuatro días sin mirar el móvil ni ver la televisión. Pasado ese fugaz plazo, el follón mediático sería otro y, con suerte, de otro partido, y él podría regodearse en la mala suerte del rival (y en azuzar la hoguera). A las distracciones de las redes hay que sumar las redes de las distracciones. Tengo para mí que, con menos monopoly, menos golf, menos croquet y menos caza, la derecha española habría resistido más a las maniobras de la izquierda. Pero, mientras se juega a la canasta, no se puede estar indignándose con las maniobras políticas ni de Felipe González entonces ni de Pedro Sánchez ahora. Mi amable lector, por eso que lo es, objetará, agriamente, que no se puede vivir todo el día enfadado; y estoy de acuerdo. No hay quien aguante una semana focalizado contra los tejemanejes políticos. ¿Hay solución? Que las instituciones privadas y públicas funcionen. Quiero decir que los periodistas puedan hacer su trabajo de perseguir una historia con tiempo, recursos y perseverancia. Por nosotros, ellos investigarán. También los jueces pueden seguir la senda de la justicia, aunque nosotros estemos ya siete u ocho escándalos por delante. Véase el asunto de Begoña Gómez. Es ya un lejanísimo caso, tapado por otros casos y desastres naturales muy mal gestionados. Sin embargo, la constancia profesional de un juez no deja que la cosa se olvide y acaba de imputarla en un presunto delito de malversación de fondos públicos relacionado con la contratación de su asesora en La Moncloa. Hemos de agradecer a todos los que no dejan que nuestra dispersión disperse los temas que afectan a la limpieza pública. Contra el ejército de distracción, las unidades de élite de la concentración.
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