Alto y claro
José Antonio Carrizosa
¿Conspiración?
de todo un poco
EL libro Cásate y sé sumisa, de Costanza Miriano, publicado por la editorial Nuevo Inicio del Arzobispado de Granada, ha desatado una fabulosa polémica en los medios. Se entiende: basta leer el título para empezar a rasgarse las vestiduras. Y nada gusta más a los medios: rasgarse las vestiduras y leer sólo el título.
El libro, encima, es un filón para la frase sacada de contexto con la técnica del ojeo o del hojeo, lo mismo da, aunque yo me inclino por el ojeo, porque se suele cerrar un ojo, como el francotirador. Con los dos abiertos, no es para tanto. La escritora, joven periodista italiana, madre de cuatro hijos, usa un tono casual, a lo monólogo de club de la comedia, con gracia, exagerando lo suyo, nada sumisa -en absoluto- a lo políticamente correcto. Excusándose, se describe a sí misma "delicada como una hormigonera", y sabe reírse a fondo de todo, pero sobre todo de ella: "Reaccionaria, integrista, papólatra, portavoz de la opresión religiosa masculina y machista, cancerígena y contaminante... Me adelanto a las críticas que recibiría si alguien leyese estas líneas".
Pues alguien ha leído esas líneas, o al menos la del título, y ha dicho todo eso y más. Lo cual, a ella, que hizo suyo el lema de su abuelo el coronel: "Con pared o sin pared, tres pasos al frente", no parece que vaya a quitarle el sueño. No tiene nada de extraño, porque ya se lo habrá quitado previamente alguno de sus cuatro hijos, según las noches. Y porque sabía lo que la esperaba: "Si estas reflexiones las compartimos con amigas 'del mundo', o nos insultan o nos compadecen o nos invitan a pedir ayuda psiquiátrica urgente" (pág. 110). Cásate y sé sumisa está dirigido, pues, a los cristianos, especialmente a ellas; y no es más que una larga y alegre y absolutamente desordenada paráfrasis de la doctrina católica sobre el matrimonio, según la expone san Pablo, con ejemplos muy modernos. Que lo publique un Arzobispado es lógico.
Claro que Miriano se pone por montera dos tópicos mundanos, y ahí escuece. Uno, que epatar y escandalizar son privilegios del progresismo irreverente y, dos, que el feminismo es dogma indiscutible. Delicada no resulta, desde luego, pero su escandalera no la monta un martillo neumático ni una bola de demolición, porque su libro pretende ayudar a construir, justo como una hormigonera, hogares felices y mujeres naturalmente satisfechas. Eso sí: sólo si ellas quieren.
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