La aldaba
Carlos Navarro Antolín
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HE llamado a mi mejor amigo para contarle que he renovado el carné del Cádiz. ¿Qué haces, por qué? Su respuesta me ha dejado helada en pleno julio. Manu, un cadista de toda la vida, de los que disfruta como nadie los triunfos y llora como un niño los fracasos de nuestro club. Así lo hizo junto a mí en Irún, en Huesca y tantos otros lugares. No me lo esperaba, la verdad. Pero me ha hecho reflexionar.
La decisión es complicada. Por un lado, si no te haces socio puedes mostrar tu enfado con una indiscutible pésima gestión, tu decepción, tus ganas de cambio. Por otro, perjudicas a tu equipo. No será fácil volver a jugar en un Carranza medio vacío. La presión en casa siempre es una ventaja. Además, las arcas están muy débiles, cierto que como en casi todos los clubes, y la merma de abonos es un flaco favor. Sigo dándole vueltas. En los nueve años que sufrimos en Segunda B, el equipo deportivamente era un desastre, de ahí su larga estancia. La gestión tampoco brillaba, casi desaparecemos. Y entonces éramos pocos, pero estábamos a pesar de todo. Actualmente, en cambio, incluso algunos de los que vivieron aquella etapa, más triste que esta, dudan. Creo que después de dos éxitos que vinieron muy seguidos e igualmente se fueron como un espejismo, desaprovechados, la mentalidad ha cambiado. Somos más críticos, pedimos más, estamos más cansados. No sé la razón exacta. No sé si son todas a la vez, pero dudo que se alcancen siquiera los 5.000 socios, mientras que tras el último descenso fueron más de 12.000. Parecía que pasaría rápido. Asimismo, el caso Femenía nos mantuvo con la leve esperanza de que un golpe de suerte nos devolviera a Segunda. Ahora, llegan de nuevo las horas bajas. Eso sí, si el Cádiz por echarle lo que debía, de rebote o como fuera, se hubiera mantenido, muchos de los que dicen no hacerse socios por Muñoz, seguramente sacarían su abono. Entonces, ¿de qué hablamos? Seguiré pensándolo, aunque ya con el carné en la cartera y la mitad de mis domingos hipotecados.
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