La esquina

José Aguilar

El que la copia, dimite

EN Alemania el que la copia no necesariamente ha de succionar nada, como consagra el refrán español. En Alemania el que la copia paga su culpa para resarcir el daño provocado. Si es un cargo público, el pago es la dimisión irremediable. Se trata de un país serio que no permite el escaqueo de sus farsantes.

Le ha ocurrido nada menos que al ministro de Defensa, estrella ascendente del partido gobernante (CDU, democristiano), de familia aristocrática y apellido asolerado: Karl-Teodor zu Guttenberg. Su gestión al frente de las Fuerzas Armadas era respaldada por el 74% de los alemanes y se le auguraba una brillante carrera política, incluso como probable sucesor de Angela Merkel, que le apoyó hasta el final en este trance lamentable.

¿Qué trance? El de haber copiado al menos 70 de las 475 páginas de su tesis doctoral por la Universidad bávara de Bayreuth. Desbordado por las dificultades del cargo de ministro y sus obligaciones familiares, Guttenberg terminó su tesis recurriendo a un corta y pega de pasajes enteros de otros autores sin tener la precaución de citarlos como hacen tantos otros universitarios partidarios del fusilamiento intelectual. Un plagio en toda regla, vamos. Llegó a aceptar su responsabilidad ante el Parlamento en pleno y admitió haber cometido graves errores, pero añadiendo: "No incurrí en plagio, ya que no hubo por mi parte intención de engañar". No sé de qué tuvo intención, la verdad. Plagiar es copiar en lo sustancial obras ajenas presentándolas como propias. O sea, algo objetivable, cuya gravedad se mide por el hecho en sí, independientemente de su intencionalidad. El ministro quiso hacer pasar por suyos unos textos cuya autoría corresponde a otros. Impostor y ladrón lo han llamado en su país.

La Universidad a la que trató de engañar ha suspendido la validez de su título de doctor y le ha demandado por atentar contra la propiedad intelectual y por falso juramento, y él, como no podía ser de otro modo en Alemania, ha presentado su dimisión. Sin esperar a que la Justicia dicte sentencia sobre el caso, sin acusar a la oposición socialdemócrata de haber conspirado con la prensa -la primera información salió en un periódico menor- para acabar con su trayectoria política y sin sacar a colación a algún líder adversario que hubiese protagonizado un incidente semejante (supongo que a ustedes les sonarán cercanas estas excusas).

Nada de eso. Guttenberg ha comprendido que en Alemania no se puede ser ministro de Defensa, ni aunque lo hagas bien, si los ciudadanos tienen serias sospechas de que eres un plagiario y que has intentado engañar a una universidad prestigiosa. Allí la farsa la dejan para los teatros. ¡Qué cabezas cuadradas estos alemanes!

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