Enrique Gª-Máiquez

La brecha de la derecha

Su propio afán

Parece que Francia va a cogernos la delantera en la revolución o contrarrevolución de unas derechas unidas

15 de junio 2024 - 00:15

A lo Menéndez Pelayo, soy un español incorregible. Prefiero no hacer seguidismo de los países vecinos, sino afincarnos en lo nuestro. Sin embargo, en la unión de las derechas para derrotar a las izquierdas cómplices, asumo que los franceses nos van a coger la delantera. En parte, porque su sistema de elección presidencialista premia la unión, no como el sistema parlamentario nuestro, que da un jueguecillo jugoso a las minorías aprovechadas, como sabe el PNV. Y, en parte, porque la victoria en las europeas de Marine Le Pen hace imposible que la derecha moderada desdeñe a la otra, como suele.

Con todo, ni aun allí la unión va a ser fácil, como estamos viendo, con episodios bastante chuscos y marrulleros, como la pelea entre Zemmour y Marión Marechal o como el líder de los Republicanos encerrado cual okupa en la sede de su partido. Hay acusaciones cruzadas y nombres vetados. Cunde el nerviosismo.

Contra la unión de las derechas, tan dispares, hay inercias históricas, razones ideológicas e intereses personales. En España iremos al rebufo de los franceses, ay. Quizá con más facilidad, porque hay mucho paleto que, si los franceses lo hacen antes, entenderá que ya tiene permiso europeísta. Y porque nuestro sistema no castiga casi nada –digan lo que digan los utilleros del voto útil– la división, si luego se acuerda con generosidad y valor. Eso permite negociar sabiendo exactamente qué proporción de apoyo ha tenido cada programa en concreto. Se trata luego de trasladar esa proporción a la acción política y de gobierno: una transparente regla de tres.

Del caso francés siempre podremos aprovechar (las barbas del vecino) para aprender algo. La unión (previa o posterior) deviene indispensable porque la izquierda se ha echado al monte utópico de lo woke y al parasitismo de las instituciones. Cuanto más espacio de libertad se deje a la sociedad civil, más fácil será encontrar puntos de acuerdo. Una política totalitaria exige acuerdos de máximos. Para crear coaliciones, menos es más; y también presentar una jerarquía de principios, para lo cual resulta perentorio tenerlos. Como son principios, también ha de existir la firme voluntad de otorgarles desarrollo (esto es, ay, nudo) y desenlace. Si son principios, será porque empiezan algo.

Como inicio, hay que descartar la desaparición de ninguna de las derechas y, si no se quiere hacer el ridículo, aparcar vanidades y regates cortos.

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