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Como sigue estando de moda hacer listas del tipo “los diez mejores bares donde comer salmorejo en Córdoba”, he decidido dedicar las horas de mi ansiado veraneo a elaborar una relación de los libros imprescindibles (¿diez, veinte, cincuenta, cien?) para reconstruir España una vez que la ola plurinacional haya remitido, si es que alguna vez lo hace. Serían títulos que nos recordasen a los ciudadanos que, por encima de las autonomías y de las identidades pueblerinas, hubo una época en la que la gran mayoría (sí, también en Galicia, Cataluña y País Vasco) nos sentíamos parte de un mismo “proyecto sugestivo de vida en común”, por usar la conocida definición de Ortega.
Entre los títulos que compondrán mi listado (que seguramente se viralizará en las redes y las tabernas) no faltará desde luego el Belmonte de Chaves Nogales, que ahora cumple 90 años luciendo una lozanía que más quisiéramos algunos. ¿Por qué el Belmonte? Razón importante es su condición de libro taurino que, como se suele remarcar, puede ser del gusto de aficionados y antitaurinos, al igual que las páginas del Confieso que he vivido, de Pablo Neruda, pueden ser placenteras para un comisario de Podemos o un anticomunista (solo los fanáticos ponen cordones sanitarios a los buenos libros). Los toros son esenciales para comprender la identidad nacional española que se forjó a partir de la revolución liberal del XIX, al igual que el béisbol lo fue para EEUU, como bien ha visto Adrian Shubert. Este aspecto nacionalizador de la Fiesta (no en vano llamada nacional) molesta a algunos (incluso a fervientes taurinos), pero es tan evidente que apenas requiere comentarios. Nuestra Belle Époque estuvo repleta de medias verónicas.
Es el Belmonte un libro que, además, bien serviría para la instrucción de las juventudes de España en unos momentos en que se están perdiendo algunos valores muy presentes en el mismo, tales como la ambición, el sacrificio, la elegancia, el interés por la cultura o las barojianas ganas de aventura. Aunque alguno dirá –y con razón– que estas virtudes también serían de provecho para las mocedades de Malaui o Kazajistán, algo nos susurra que en las páginas de esta obra hay algo irreductiblemente español. No murciano, andaluz o vasco, sino español. Y por eso el Belmonte, escrito por ese cosmopolita que fue Chaves Nogales, irá en mi españolísima relación.
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