El salón de los espejos
Stella Benot
La Transición andaluza
La belleza es lo que tiene que salvar el mundo, no pinta bien la cosa. El feísmo nos tiene rodeados. Podremos discutir si Halloween es una fiesta pagana, exógena, graciosa o maldita, etc., pero está fuera de toda duda que es la apoteosis del esperpento. Y sin Halloween. La política, que debería ser algo tan noble como buscar el bien común, se concentra últimamente en profanar tumbas, lo que, se piense como se piense, no es bonito y nunca lo fue. La moda, que antaño buscaba la belleza en sí y realzarla, ahora retoza en el harapo, la arruga y la uniformidad pseudo carcelaria. La belleza femenina, que cruza como un estremecimiento la historia y el arte humanos, desde la nariz de Cleopatra hasta la melena rubia de Rosa Krüger, pasando por la sonrisa de Beatriz, ha dado en confundirse hoy con la extrema delgadez. En eso hay un nihilismo un poco halloweenense además de hollywoodiano que nos quiere a todos en los huesos. Y la naturaleza no la despreciamos pero la desperdiciamos, porque el ecologismo nos pone a mirarla acongojados, consultando el termómetro como quien le toma el pulso a un enfermo. En el arte, en el cine, en las series hay excepciones, por fortuna, pero cada vez menos.
La belleza, sin embargo, es básica. Un atajo a la verdad, una ventana a la trascendencia, un empujón al amor, una alegría para siempre. ¿Cómo podríamos defenderla? Y, sobre todo, ¿cómo transmitir a los jóvenes el aprecio por lo hermoso? En los planes de enseñanza, hay poco espacio para el Arte, para la Literatura; y eso redunda en la pérdida.
Hoy, que tanto se señala lo feo, lo escandaloso, lo macabro y lo polémico, asumamos la obligación de destacar todo lo hermoso. Ir por la vida valorándolo, encomiándolo.
También practicándolo. ¿Nosotros? Sí, ay, en la medida de nuestras posibilidades. Por lo visto, los pequeños scouts tienen la obligación de realizar una buena acción al día. En principio, parece poco, si tenemos en cuenta que el justo peca siete veces por jornada. Se nos desequilibra la contabilidad. Pero si a lo de los scouts sumamos ponderar una vez al día algo muy hermoso, cuidar un detalle de nuestra propia compostura para que resulte más estética (o al menos, en mi caso, menos desaliñada), tener un detalle de delicadeza con alguien, con algo en casa y también con un animal, y mirar alrededor detectando cualquier brillo de las cosas cotidianas, ya habremos cumplido con nuestro día.
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