Su propio afán

enrique / garcía-máiquez

Travesía del Guadalete

BAJO el padrinazgo del Tío Pepe, se ha reabierto la ruta que hacían las botas de jerez desde Jerez a Cádiz, al Trocadero. En carretas de bueyes bajaban de las grandes bodegas al río Guadalete, que descendían en barcazas hasta El Puerto de Santa María y luego, cruzando la bahía, a Cádiz. De allí, al mundo. Como no me entusiasma salir del marco que dibuja ese viaje, me encanta que, dentro, por compensar, se abran nuevas rutas o, mejor aún, se rehabiliten las viejas. No tengo nada contra la novedad si está cerca y es tradicional.

Esta vez no estoy solo y en un vídeo de la página web del Diario se puede constatar el entusiasmo de los invitados a la travesía. El gran Pepe Monforte destaca la unión entre Jerez y Cádiz, entre campiña y mar océana. Diego Joly, que va a lo esencial, destacaba el maridaje perfecto -en la garganta reseca por el salitre y el levante- entre una copa de fino y el aire salado de la tierra.

La iniciativa podría redondearse con las décimas que Juan Ignacio Valera Gilabert escribió al curso del Guadalete, donde el río comenta y canta a sus orillas. Javier Sánchez de Medina rodó un precioso documental sobre esos poemas. Yo recitaría algunos según la travesía del vino pasase por los meandros versificados. Por ejemplo: "Un kirieleisón de aguja/ clavé en mi vestido malva,/ que escuché misa del alba/ al pasar por la Cartuja./ La neblina se apretuja/ entre los sauces llorones/ y vienen cien oraciones/ dándome acompañamiento…/ Atrás se queda el convento/ lleno de renunciaciones".

Además, está Tolkien. Lo cuenta José Manuel Ferrández Bru en La conexión española de J. R. R. Tolkien. Francis Xavier Morgan Osborne, nacido en El Puerto en 1857, fue tutor y benefactor del escritor inglés, y le habló constantemente de nuestra tierra. La geografía y la arquitectura de Minas Tirith, ciudad del reino de Gondor, está imaginada sobre la de Arcos de la Frontera y uno de los capítulos de más emoción de El señor de los anillos se inspiró, justamente, en esta travesía del vino por el Guadalete. La Compañía del Anillo aprovecha, para escapar, las botas que se echan al río como método de transporte. Eso da lugar a una persecución trepidante, que recrea muy bien la película de Peter Jackson. La Travesía del Guadalete, transfigurada por la memoria, la imaginación y el arte, ha acabado formando parte, pues, de uno de los libros más admirados y traducidos de nuestro tiempo.

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