Crónica personal

Pilar / Cernuda

Pedro Zerolo

10 de junio 2015 - 01:00

LA voz sonaba llorosa al otro lado del teléfono la noche del lunes: "Perdona, pero vengo de despedirme de Zerolo y me siento verdaderamente mal. Solo me reconforta que le he visto rodeado de la gente que más quiere, su marido, su familia, los amigos de siempre, no solo los del partido…". Moría pocas horas más tarde. Efectivamente aquella cita con el compañero del PSOE era la última, la despedida.

Las necrológicas insistirán en su lucha por la defensa de los derechos de los homosexuales, en la que efectivamente se empeñó como solo se empeñan los que se envuelven en una causa que consideran justa. Pero Pedro Zerolo era algo más que un defensor de gays y lesbianas. Como abogado, antes de formar parte del PSOE, pasaban por su bufete madrileño toda clase de personas que además de un buen profesional necesitaban la frase que tranquiliza, el hombro amigo, la mano que ofrece ayuda. Su militancia, que vivió con pasión aunque admitía la crítica, impidió conocer esa otra cara que abarcaba mucho más que el mundo homosexual; esa otra cara más universal, más de todos.

Era una de las figuras más queridas en el partido, y si en el congreso que ratificó a Pedro Sánchez como secretario general su nombre fue el más aplaudido cuando subió al estrado al que sumaban poco a poco los miembros de la nueva ejecutiva, no fue porque sufriera un cáncer de páncreas contra el que luchaba con todas sus fuerzas, sino porque Pedro Zerolo era, de verdad, uno de los dirigentes más apreciados del PSOE, tanto cuando era concejal de Madrid, como parlamentario autonómico. Y gustó que Sánchez, que designó una ejecutiva de la que los delegados apenas conocían media docena de nombres, mantuviera a un Zerolo al que se suponían pocos meses de vida, pero en el que prevalecía que todo el mundo estaba convencido de que esos meses los dedicaría al partido como si no sufriera más que un simple catarro.

El páncreas enfermo ha impedido conocer qué pensaría sobre las últimas decisiones de su jefe de filas, sobre los acuerdos con la izquierda radical para impedir gobiernos del PP. A Zerolo no le gustaba el PP aunque contaba con muy buenos amigos en sus filas, pero también le gustaba la coherencia y el respeto a los principios y valores del PSOE. Por otra parte entre esos principios estaba también el respeto al líder, y Pedro Zerolo habría aceptado las decisiones de su secretario general si consideraba que su estrategia era la correcta. Y si no, se habría ido a casa. En su trayectoria se pueden encontrar algunos desaciertos, pero nunca traición.

Era un gran tipo. Se comprende la desazón y la tristeza con que se ha recibido en el PSOE la noticia de que se ha ido para siempre.

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