Su propio afán

enrique / garcía-máiquez

Pajarete

CUANDO Cádiz sale en la prensa internacional, hay que echarse a temblar. Somos Andalucía la inglesa hasta para los apotegmas: No news, good news. Hay excepciones (el jerez, el chef del mar, Tarifa…), pero, en general, la prensa del mundo suele airear malas noticias. La restauración de la torre del homenaje del Castillo de Matrera en Villamartín es un buen ejemplo. Han comparado su restauración con la del Ecce Homo de Borja, para que vean ustedes cómo se (nos) han puesto.

Tampoco ha gustado a los nacionales, y la asociación Hispania Nostra la ha calificado de desastre. Incluso el arranque de la excelente crónica de Virginia León en estas páginas dejaba poco lugar a dudas a pesar del elegante tono dubitativo y tolerante: "Puede gustar más o menos…" Siempre que se dice eso es que gusta menos que menos, nada.

Añadía Virginia León que, en cualquier caso, la restauración y consolidación han cumplido todos los requisitos legales y todos los trámites administrativos. Lo que nos lleva a cuestionarnos si no estamos llevando el positivismo jurídico demasiado lejos. Explica el arquitecto encargado de la restauración, Carlos Quevedo (que tiene un apellido muy de mirar los muros de la patria mía, si un tiempo fuertes, ya desmoronados), que la ley exige que "si se añadiesen materiales o partes indispensables, las adiciones deberán ser reconocibles y evitar confusiones miméticas". La ley prefiere las confusiones estéticas.

Hablando de confusiones, las fotos confunden y escandalizan. Ponen el mejor perfil del Castillo de Matrera antes de la restauración para compararlo con el resultado final, que, igual que "puede gustar más o menos", no tiene perfil ni mejor ni peor más allá del de una cancha de frontón. Sería más honesto poner fotos de cómo quedó tras el derrumbe de las tres plantas, las bóvedas, la fachada norte y media fachada oeste en 2013. El castillo de Matrera, mandado construir por Omar Ben Hafsun a finales del siglo IX, y con una apasionante historia de conquistas y reconquistas y asedios por los musulmanes granadinos hasta en 1408 y en 1445, se rindió del todo a la dejadez y la desidia, como sucede a menudo. Y recuperarlo ha sido (ya ven) prácticamente imposible. Quede ahora como una lección para conservadores, y no sólo de edificios, también políticos y morales. Hay que defenderlo todo ya, sin confiar en futuras restauraciones, que a veces empeoran hasta las ruinas.

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