La esquina
José Aguilar
Yolanda no se va, se queda
Yo no sé por qué a los platos de pescao frito y al arroz le ponen siempre por lo alto un generoso gajo de limón… o incluso dos. La mayoría de la gente coincide en que echarle limón a unas buenas rodajas de choco de Puerto Real o a unos calamares de potera de Conil es como ponerle mayonesa por lo alto a unos langostinos de Sanlúcar, una guarrindongada que, confesemos, todos hemos hecho en nuestra niñez, aunque ahora vayamos de finos.
Incluso tú ves a a alguien ahora en los bares utilizar el limón y ponérselo por encima a las acedías en Sanlúcar, recorriéndolas de abajo a arriba como el pintor que enluce la pared de un dormitorio, y sonries como diciendo ya ha llegado uno de Valladolid que le hablas de puntillitas y contesta al camarero que si le ha visto cara de faquir. De esos que se ponían en la plaza de Las Flores cuando llegaba el Carnaval y los pobres no se pinchaban con los cristales sobre los que caminaban de la capa de grasa que llevaban pegadas en los pies.
El gajo de limón siempre se va de vuelta. Nadie lo quiere, como a las lechugas que le ponen por debajo de atrezo a veces a los cazones en adobo. Ahora en los bares se empeñan en darle a las cosas color y le ponen las lechugas de colores debajo de las merluzas rebozás y los gallos empanaos… a veces con la escondida intención de ahorrarse dos filetes de gallo. A eso súmale dos medias rodajas de tomate, un cuenquecito con mayonesa y ya, el colmo, es ponerle unas patatitas paja, con lo que al final en el plato hay muy poco gallo y muchas pamplinas.
Con lo bonito que es un plato de gallo empanao en una fuente de Duralex empetá y en color rubito pescao frito, que es el mejor color del mundo y el que pega con estas cosas.
Y ya el colmo de las desgracias es que te pongan con la ración un pegotón de piriñaca con su caldo avinagrado…empercochandolo todo y poniendo la fritura más lasia que una cebolla pochadita.
Hay que poner en marcha una movimiento asociativo que pida la eliminación de los adornos en el pescao frito. No a los gajos de limón en las raciones de chocos fritos, no a las rodajas de tomate con las pijotas enroscás y no a las camas de lechuga debajo de los daditos de pargo. Ya lo único que faltaba es que el gallego de Las Flores le ponga a los cartuchos de papel de estraza un lazo como el que le pone Luisita a la docena de claveles.Ese día, sin duda alguna, se habrá perdido todo…y me haré vegano.
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