Su propio afán

enrique / garcía-máiquez

Ladybug

COMO escribo de lo que vivo, reincido mucho últimamente en los dibujos animados para niños. Ocupan una buena parte de mi ocio. Seguro que algún día volveré al cine de arte y ensayo, aunque no tengo prisa. En general, estoy muy agradecido a los dibujitos, porque tienen la habilidad de calmar a las fieras. Suena la banda sonora y mis hijos se aquietan por ensalmo. Natural que les tenga la mejor predisposición. Y, en el caso de Prodigiosa: Las aventuras de Ladybug, está justificada, porque la historia tiene aciertos indudables y sorprendentes. Si no tienen niños pequeños, no saben ustedes lo que se pierden, por los niños, desde luego, y algo por Ladybug, esto es, por Marinette, que es muy mona, simpática y divertida.

Comparte con las mejores historias de súper héroes dos características que suelen pasarnos desapercibidas, pero que les son esenciales. La trama en la que los personajes son normales es bastante más interesante que la de sus espectaculares poderes y cabriolas, por un lado. Por el otro, sus aventuras sólo nos emocionan de verdad cuando se enfrentan a un súper villano o a varios con poderes superiores, de manera que las ventajas se anulan y volvemos a una lucha equilibrada e incierta. El mensaje implícito es que la vida corriente de cada uno de nosotros es tan excitante como la del más reputado súper héroe: porque lo es y porque también nos enfrentamos a enemigos poderosos.

En Ladybug se añaden dos características muy sugerentes. Los antihéroes son reclutados entre los compañeros de clase de Marinette por un agente del mal llamado "Lepidóptoro". De manera que la maldad es un estado transitorio que no evita que quien la combate tenga muchísima amistad con quien la ejerce. Contra la maldad, a muerte y con todas las fuerzas, sí; pero al malvado, un cariño a prueba de sus aviesas intenciones. No creo que pueda explicarse mejor.

Como tampoco puede mejorarse un toque de los guionistas que demuestra mucha finura psicológica. Los compañeros de clase de Marinette sólo son tentados por "Lepidóptero" cuando se encuentran tristísimos o muy enfadados. La autocompasión, el desánimo, la impotencia o la ira son predisposiciones implícitas al mal. La alegría, explico a mis hijos, que asienten enseguida, en parte, porque se lo digo mil veces y, en parte, porque quieren seguir viendo los dibujitos, la alegría, digo, es el guardián más valiente y eficaz de nuestra bondad.

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