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La firma invitada

Ignacio Moreno Aparicio

España, mi única Nación

DESDE hace unos meses viene rondado por mi cabeza la idea de crear una asociación cívica que defienda y haga hincapié en una serie de conceptos que me preocupan. Dentro de esas inquietudes, las hay de política de ámbito nacional, y la mayoría restante, dedicadas al ámbito regional y local.

En relación a la primera, mi mayor malestar es la relativa a los estatutos de autonomía de Cataluña y de Andalucía.

Para la tranquilidad de algunos, confirmo que estoy de acuerdo y respeto básicamente la casi totalidad del articulado de los mismos, salvo un concepto elemental que descalifica absolutamente la esencia y el ser de dichos estatutos.

Me refiero al concepto Nación y Realidad Nacional que ambos recogen en sus preámbulos. Para justificar mejor esta idea, me van a permitir que me base en el profesor Jorge de Esteban, catedrático de Derecho Constitucional, el cual ha dicho lo siguiente y que comparto:

"Si Cataluña es una Nación, hay que reconocer en consecuencia sus símbolos nacionales; si se reconocen sus símbolos nacionales, hay que aceptar la soberanía del pueblo catalán; si se establece que el pueblo catalán es soberano, hay que adoptar la bipolaridad en sus relaciones con el Estado Español; si se acepta la bilateralidad hay que respetar que las competencias que reconoce el Estatut están blindadas y no se pueden modificar; si se blindan las competencias de la Generalitat, hay que asumir que la Constitución no es ya la primera norma en Cataluña; y si la Constitución no rige ya en este territorio, hay que reconocer también como válidos unos órganos propios diferenciados de los españoles, tales como otro Defensor del Pueblo y otro tribunal Constitucional Catalán".

"En otras palabras, la independencia está ya al alcance de los nacionalistas catalanes. Como se ve, pues, la quintaesencia que envuelve al Estatut, no es ni más ni menos que la que transmite el concepto de Nación, pues si se reconoce éste, todo lo demás se dará por añadidura". Bajo esta argumentación, los propios autores y negociadores del PSOE y del PP, reconocieron que el Estatuto de Autonomía de Andalucía es casi una copia en sus conceptos, medios y objetivos, calcados del Estatuto de Autonomía de Cataluña.

En consecuencia, como bien dice el profesor Jorge de Esteban, "el Tribunal Constitucional debería ser muy prudente al pronunciarse sobre el Estatut, porque de no anular la mención a la nación en su preámbulo, en ese bloque de la constitucionalidad ya no habrá una sola Nación, España, sino otra más, Cataluña, con todo lo que eso comporta. Porque aunque Cataluña pudiese ser considerada una Nación en sentido cultural, nunca lo podría ser en sentido político, porque no existe un acuerdo generalizado sobre la secesión y hasta ahora, salvo que el Tribunal lo permita, tampoco es una Nación en sentido jurídico".

Mutatis mutandis, todo lo que afecte al estatuto catalán revertirá asimismo en nuestro Estatuto. Considero un error político el haber incluido ambos conceptos en los preámbulos de estos estatutos.

Según Gregorio Peces-Barba, uno de los siete padres de la Constitución de 1978, los pretendidos nacionalismos periféricos (catalán, vasco y gallego ) son sólo "nacionalismos culturales" y califica al Estatut de profundamente anticonstitucional. Cuando él lo dice, algo sabrá sobre el particular.

Ojo, España NO se rompe, faltaría más. Si estos estatutos se aprobaran por el Tribunal Constitucional, simplemente pierde fuerza, pierde eficacia, pierde músculo, autoridad y poder ante los países serios y las instituciones internacionales. Algunos españoles nos sentiremos ninguneados por algún político nacionalista localista y si estos estatutos se aprueban tal y como están en la actualidad, será el inicio de que algún día, un iluminado tome el camino de no retorno para el troceo de España y así el resto de españoles nos podamos avergonzar de ciertos comportamientos democráticamente secesionistas.

En las manos del Tribunal Constitucional está que volvamos a la senda de la constitucionalidad de 1978, es decir, al consenso constitucional, al respeto a las normas que emanan de nuestra Constitución y a trabajar todos juntos en defensa de los intereses generales y donde la única "realidad nacional" reconocida sea España.

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