DE POCO UN TODO

Enrique / García-Máiquez

Eslóganes

LO observó Mario Quintana: "En el mundo no hay nada más importante que los políticos de las ciudades pequeñas". Se entiende que por los aires que se dan. Estas elecciones, sin embargo, estarán sufriendo mucho al ver que su momento de gloria lo eclipsan la política general y la catástrofe económica. Pero no suframos nosotros por los políticos locales: su ego se repondrá en cuanto ganen.

Y a todos, ganen o pierdan, les compensa la cartelería. Cuánto les deben de gustar esos primeros planos sonrientes suyos, que no puede despeinar ni el furioso viento de levante (partidario por lo visto de la abstención o el voto en blanco). "Soy el mejor", vienen a decir todos los eslóganes, ponderando grandes experiencias, honradeces, capacidades de trabajo, abnegados cumplimientos del deber y las promesas, claridades intelectuales, sacrificios sin límites, etc. Gómez Dávila diagnosticó que uno de los vicios del sistema es que los que aspiran a gobernarnos han de postularse ellos mismos con ahínco y, por tanto, sin la más mínima vergüenza. Para ser exhaustivos, reconozcamos a los políticos lo que Dante a los reyes, "que son muchos y son los buenos raros". O sea, que alguno (alguna) presenta propuestas atractivas. El pelotón, tratando de disimular la vanidad y el vacío, también recurre a otro tipo de eslóganes que alientan el egoísmo del electorado: "Porque te interesa", "Todo por ti", "Ganarás tú", "Te lo mereces", "Pensando en ti", aunque sin precisar qué nos merecemos ni qué piensan.

Si yo fuese candidato, pondría carteles con cuadros de Velázquez, de Goya, de Murillo, de Sisley… Mi retrato jamás. Por motivos evidentes y porque, ya puestos a gastarnos un dineral, ¿por qué no empezar a embellecer las ciudades desde antes de llegar a la Concejalía de Cultura? Mis lemas no podrían ser de ningún modo tan contundentes, sino: "Personalmente, prefiero no ganar", "Haremos cuanto podamos", "Yo también abrigo dudas", "Disculpen que irrumpa", o, como máximo, "Máiquez, un mal menor".

Para sortear el escollo de las campañas, algún pensador ha propuesto que se sorteen los cargos. "Cada persona, un voto" es un principio indiscutible de nuestra democracia fundamentado en que todos somos iguales. Pero si tan idénticos e indistintos somos para elegir -que es lo difícil-, también para ser elegidos, ¿no? La tesis tiene una lógica aplastante. Lo malo es que Zapatero -que confesó a Sonsoles que cualquiera podía ser presidente- parece suscribirla. No hay, pues, que llegar tan lejos. Para mejorar la democracia, bastaría con invertir los términos: un día de campaña y quince jornadas de reflexión.

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