Entrar al trapo

La decisión exclusiva de la alcaldesa del soterramiento y del puente de la Constitución no es tan exclusiva

Viene todo tan precintado, tan hermético, tan candado que lo más fácil es entrar al trapo. La imagen de la tauromaquia es perfecta para lo que ocurre en el PP de Cádiz. Digo toro quieto, inmóvil, y torero queriendo sacarle un pase, echándole el trapo por delante. Con mucho cuidado por la arrancada. Es que casi nunca se sabe bien si el toro mansea o es bravo. En esto del PP de Cádiz y la elección del candidato a la alcaldía, pienso ahora, ¿quién es el toro y quién es el torero? Lo digo porque sólo veo el trapo, que están echando el trapo en las páginas de los periódicos, digitales o no, en las barras de algunos bares, en los manteles de algunos restaurantes. Y en las tertulias en general. Hay trapos que son como algunos abrazos con sonrisas, mejor no me lo des, ni la mano, que aprietas demasiado. O sea, por favor, quiéreme menos. Es que el departamento correspondiente, o el interesado, o su suegra, lanza el nombre al ruedo y ya está el toro allí. Aguardando con la cornada puesta. A las cinco en punto de la tarde en todos los relojes.

Curiosa, sin duda, la arquitectura ideológica de la decisión sobre Teófila Martínez: ella toma la decisión, el partido la aceptará/acatará. Y entonces echan al ruedo con morlaco de la opinión pública a José Manuel Cossi. O a Bruno García. ¿Quién hace las maniobras orquestales en la oscuridad? Hay supervivientes en el PP con caparazones de tortugas centenarias. Es más que una piel, más que una costra. Joder, desde principios de los 80 están y están mandando. En estas cosas, que esto es el mandar, poner a los que mandarán luego, si el pueblo quiere y los elige. El dedo siempre, trasunto de un dios pequeñito.

Estábamos en José Manuel Cossi, o Bruno García, pero en realidad estábamos en la decisión sobre Teófila Martínez y sus ganas de volver a ganar por mayoría absoluta a todos. Aunque luego le entregue la alternativa a Cossi o a Bruno García, que por cierto es un tipo estupendo. O sea, la decisión exclusiva de la alcaldesa del soterramiento y el puente de la Constitución de 1812 no es tan exclusiva, porque ya tiene en el callejón para el paseíllo a dos diestros, o uno, en estos casos mirando para otro lado, como si no fuera con ellos, con él. Sería esto tan divertido en tiempos de democracia aburrida y estupenda… Pero no están los cuerpos para fandangos, ni el horno para bollos. Digo que hay demasiado por hacer, o por coser, o por guisar. No se enteran.

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