En tránsito
Eduardo Jordá
Mon petit amour
CUALQUIER Feria del Libro que se precie debe tener su espacio dedicado a los más pequeños, a los incipientes lectores de hoy, que aspiran a convertirse en los lectores del mañana. Juegos, talleres, ludotecas o cuentacuentos se alternan en las programaciones para intentar que niños y jóvenes se acerquen, con su clase o en familia, a esta fiesta de las letras.
El futuro de la literatura depende de muchas cosas. Evidentemente, de sus autores, del formato en el que nos vayan a llegar los libros en las próximas décadas y también de sus consumidores, de los destinatarios de estas historias noveladas. Por eso hay que mimar a los próximos lectores, que pertenecen ahora a una generación eminentemente audiovisual a la que leer le cuesta un mundo.
No hay otro camino mejor que el del fomento de la lectura, en el que tanto insisten las instituciones públicas, pero en el que también deben ahondar las escuelas y las familias. Los niños tienen que saber, y descubrir, que los libros encierran relatos tan brillantes y espléndidos como los gráficos del videojuego más de moda. Que las páginas de un cuento son interactivas en su imaginación. Que un poema desprende más ternura que una dura consola. O que una novela puede ser compartida con más personas que cualquier juego en la modalidad online.
La Feria del Libro es el momento ideal para despertar o apuntalar el gusto por la lectura, para rescatar a los clásicos que nos hipnotizaron en nuestra infancia. Y se puede hacer de muchas formas, incluso con películas que lleven a niños y jóvenes, tan audiovisuales como son, a buscar después esas historias en las páginas de un libro.
También te puede interesar
En tránsito
Eduardo Jordá
Mon petit amour
Crónica personal
Pilar Cernuda
Izquierda y derecha
Confabulario
Manuel Gregorio González
El Ecce Homo
La colmena
Magdalena Trillo
El otro despilfarro
Lo último
El parqué
Sesión de máximos
Tribuna Económica
Desdolarización global: el inicio del declive del imperio
EDITORIAL
Año electoral en Andalucía