La tribuna

Manuel Bustos

'Buenismo'

27 de octubre 2010 - 01:00

EL buenismo es una enfermedad muy extendida entre nosotros, tanto en el ámbito individual como social. A veces se instala con vigor en el corazón mismo del poder o entre ciertos grupos minoritarios, para desde allí, irradiar hacia sectores más amplios de la población, atraídos por la promesa de una vida menos complicada o, incluso, por ideales más altruistas. Es más propia de las colectividades consumistas y desarrolladas, que de las pobres y con escaso nivel de recursos.

Buenismo significa, en términos generales, el intento de ver la realidad de manera diferente a como es; con ojos inasequiblemente risueños, casi infantiles. El enfermo llega a creerse -parafraseando un viejo eslogan- que, en el fondo, "todo el mundo es bueno" y que resulta hacedero apaciguar a las fieras que nos amenazan mediante paños calientes. Con frecuencia trata de comprenderlas haciendo propia su causa, como si de una versión más del síndrome de Estocolmo se tratara. O, finalmente, no cree que el problema o el desafío que llegan a plantearnos sean tan graves; antes bien, piensa que la desconfianza con que otros lo perciben es producto de una personalidad exagerada o integrista. "Yo, en cambio -parecen decirse a sí mismos los buenistas- confío, desdramatizo, en una palabra, busco la moderación y el justo término". En algunos casos el enfermo puede llegar a negar el mal, sin ser capaz de percibir sus perniciosos efectos, quizás porque él mismo ha sido ya contagiado y no lo ve como tal. Así, quienes pudieran manifestar intenciones obtusas, no serían sino buenas personas, por alguna razón desconocida con una visión desenfocada de la realidad.

Basta, pues, con no coger el toro por los cuernos; con no responder, esperando que el problema se desvanezca por sí mismo, por aburrimiento o por el simple discurrir del tiempo, si no se ofrece resistencia. El contradictor terminará por aceptarnos, cesando en su propósito. En otras palabras, que si no le enfurecemos, nos perdonará la vida.

Aunque el buenismo también puede responder a una mera pose, en última instancia se trata de una huida, de un no hacerse cargo de una realidad que es con frecuencia molesta, cuando no dura y desconcertante. En el fondo no es sino un mecanismo de defensa o de acomodación.

Esta actitud suele olvidar que la vida es también lucha, conflicto, tensión. No siempre se trata de una pugna de carácter físico, sino cultural, de ideas que entran subrepticiamente. En cualquier caso olvida la necesidad de mantenerse despiertos, informados, alerta, para contrarrestar los conceptos y fuerzas adversas, contrarios a verdades, valores y principios que nos son irrenunciables.

El buenismo puede ser vinculado a pensamientos varios, aun cuando no siempre lleve tras de sí idea alguna de cierta consistencia. Muy sintéticamente dicha posición se resumía antaño en otro eslogan común: "haz el amor y no la guerra". De su fondo, sin duda noble, emergía una conclusión errada: basta con desear la paz para que ésta se establezca. No se tomaban en consideración los conflictos de intereses, de valores y de formas de vida; en definitiva, la falta de reciprocidad entre una y otra parte.

Más recientemente parece conectado a toda una serie de creencias pseudorientales y pseudocientíficas, que han penetrado con facilidad y proliferado con fuerza en un Occidente desvinculado de sus raíces y relativista, a través de una gran variedad de fórmulas de autoayuda personal. Van desde el simple y llano autocontrol, hasta, con un carácter casi religioso, la captación de la energía positiva existente en el cosmos, capaz de amortiguar todo lo negativo que prolifera entre nosotros por desorden emocional, iniciativas humanas perturbadoras o déficit de conocimiento, sin necesidad de compromisos y de lucha, antes bien desde la pasividad y la integración en el todo armónico.

Para lograrlo se pone en juego una serie variada de técnicas de origen oriental, adaptadas a nuestro mundo consumista. No es preciso recordar aquí los enormes negocios surgidos alrededor de estas ideas, que llegan a tocar incluso el campo de la alimentación y a conseguir la adopción de peregrinos comportamientos individuales.

Entre el común, el buenismo se ha traducido en toda una fraseología archirrepetida, a la que pertenecen expresiones como las de "mirar el vaso medio lleno" o "ser positivo". Al margen del comentario que merezcan tales ideas y expresiones, lo preocupante, en una sociedad buscadora por encima de todo del bienestar, es el papel de anestésico y justificativo que ejercen sobre amplias capas de la misma. Sin embargo, si a los enemigos reconocidos, en sus distintas formas, personales y colectivas, no se les mantiene a raya mediante una actitud realista de vigilancia e información cumplida, terminarán imponiendo sus ideas y con ellas su poder sobre el resto. Diseñarán el modelo de hombre y de sociedad que les interese a nuestra costa.

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