José Berasaluce Linares

La Breña soy yo

perversiones gastronómicas

Nombre del establecimiento: La Breña. Los Caños de Meca Cocina sugerente, hotel emocional

21 de junio 2014 - 01:00

Las playas de Los Caños de Meca se extienden desde el tómbolo de Trafalgar hasta los acantilados de la Breña. Caños de agua dulce y manantiales que configuran un entorno idílico pero también un emplazamiento histórico. Refugio de bohemios, paraíso nudista, enclave romántico… cualquier estereotipo se supera en este lugar porque es el agua que fluye, que brota de las entrañas de la tierra la que le da simbología poética. Es el elemento indispensable, generador de vida que también ha simbolizado desde la antigüedad la fecundidad femenina.

Antonio Machado en su Soledades fue capaz de entender esta analogía "…que tú me viste hundir mis manos puras/en el agua serena/ para alcanzar los frutos encantados/ que hoy en el fondo de la fuente sueñan…" para evocar diferentes mundos como los que nos sugiere un establecimiento emocional: La Breña

Seduce cualquier mirada al horizonte si la contemplación del mar va acompañada de cariño, emoción y saber hacer. La Breña es un pequeño hotel restaurante que se sitúa en el límite entre Los Caños y los pinares y acantilados del parque natural. Espacios blancos, intimistas, guiños a la música, atmósfera frágil. No busque el encanto en la sofisticación sino en la naturalidad.

La magia está en la combinación perfecta de pequeño hotel con siete habitaciones y un restaurante con mucha clase, gran servicio, gastronomía cuidada y de excelencia. Un mismo espacio lo ocupan dos universos posibles. Huéspedes de paso, silencio, sábanas tibias, ruido de llaves de habitaciones, estancias anónimas, cabeceros de cama. Un lugar como éste seguro que inspiró el poema del libro Habitación de hotel de Pepa Parra llamado "Casa dentro del mar": "Un cuarto donde hubiera/olas, /donde la espuma y el fragor llegaran/hasta la cama. Un cuarto con mareas./Con peces./Con medusas./ Húmedo y exquisito./ Con sal y escalofrío./ Eso soñé".

El proyecto está dirigido por los vejeriegos José Manuel Morillo y Alberto Reyes auténticos responsables de crear esta otra Meca de la gastronomía. Vienen de abajo a arriba como lo buenos suflés. Tienen oficio porque conocen la hostelería como pinches de cocina, como recepcionistas y además saben mirarte a los ojos porque su casa es la tuya.

El local, desde el punto de vista gastronómico mantiene una excelente terraza y una sala atendida con esmero y profesionalidad. En la cocina Jordan Ciprian, un joven con futuro es capaz de hacer creaciones llenas de flores, de primavera, con guiños a la cocina japonesa y peruana. Frescura absoluta en la que combina el mejor atún rojo de almadraba, con un gran ajo blanco con tartar de gambas, unos fideos con calamar, gambones y plancton o un más que recomendable ceviche de pez mantequilla. Un consejo: pidan la ensalada de tataky con crema de salmorejo y el cordero asado en su jugo con puré de patatas. Una cuidada y equilibrada carta de vinos completan la oferta.

El hotel está en íntima relación con la terraza y lleno de detalles únicos como un precioso gramófono, óleos marinos de Pedro Cansino, radios antiguas, piano de pared, damajuanas y un curioso mueble tipográfico que inunda de aroma a imprenta antigua la estancia. El precio medio ronda los 25 euros por persona, también ofrece menú del día a 19 euros y menú degustación por 35 euros esta variedad permite cubrir expectativas y ocasiones de diversos clientes

Sólo abre en los meses de buen tiempo y cada primavera vuelve a renacer como un elemento más de la naturaleza en la que beben y dónde han nacido.

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