Cambio de sentido
Carmen Camacho
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CLARO que hay "otro Cádiz", y para saber eso no hace falta llevar corona (o casi llevarla) ni venir a descubrírnoslo desde el corazón del reino. Claro que hay un paisaje verdoso y azul, y una actitud realista y apasionada a partes iguales ante él -ante nosotros mismos-, que sobreponer a esa repetida postal cuarteada, parduzca, arañada por colas infinitas de parados, por puentes malheridos ante la desesperación, y por el nombre de la provincia sobresaliendo siempre en las curvas de las gráficas más chungaletas. Y nadie negará esa poderosa certeza en cuanto se eche a las manos Las mijitas del freidor (Ediciones El Boletín), que vuelven a crepitar por obra y gracia de Blanca Flores, prologuista y recopiladora del volumen, y de la fundación que lleva el nombre del artista a quien debemos estas fritangas benditas: Fernando Quiñones.
Las buscaba con avidez el veinteañero que fui entre estas páginas en los primeros noventa; eran siempre un chute de buena literatura en corto, porque si el escritor es un drogadicto de las palabras, como apunta Fernando en un mijita, el lector no lo es menos. "Mijita", por cierto, me sale con olita roja punitiva en el Word, porque a ver qué nota de Microsoft va entender este palabreo nuestro: Agregar al diccionario. El género no lo inventó él, ya estaba ahí, pero el punto de cocción, o de fritura, sí es suyo-suyo. Hay algo en ellas de aforismo, de epigrama, de greguería, de chiste, de ocurrencia, de confesión también, y de susurro. Sugiere la prologuista, y con razón, que Fernando habría dominado como los ángeles las formas breves de ahora y habría sido un maestro de los 140 caracteres. Yo pienso lo mismo, porque él, que triunfó en partidos enteros con prórroga -ahí están sus excelentes novelas para atestiguarlo- también fue un crack del regate en un palmo de terreno. Leemos en ellas aquel tiempo y este lugar con la mirada cabal de quien representó lo mejor del gaditanismo bien entendido, esa manera de amar todo lo de aquí sabiendo que no somos el centro del Universo, sino una parte ínfima ni mejor ni peor que ninguna. Dejan estas mijitas un regusto a verdad y muchas ganas de seguir comiendo. Pero como casi no quedan freidores y hace quince años que no está Fernando, no podemos sino volver a éstas de entonces como quien abre un álbum de fotos antiguas: con gratitud por lo pasado y esperanzas por lo que vendrá.
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