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05 de diciembre 2025 - 03:04

Pese a que la Ciencia combate todos los días fieramente contra las leyendas, seguimos siendo básicamente una especie que acumula más preguntas que respuestas. Es decir, la especie a la que pertenecemos durante el breve tiempo en el que permanecemos en el planeta llamado Tierra, es indiscutiblemente la gran triunfadora de la evolución, pero permanece ignorante. El inicio de todo lo que conocemos lo hemos situado en el Big Bang hace unos 13.800 millones de años y hemos organizado nuestra existencia, como si el tiempo fuera la trayectoria de una flecha, que desde el pasado se dirige hasta el futuro. De ello hemos concluido que todo tiene un comienzo y un final. Pero la propia definición de ambos términos está en duda. La mayoría de los habitantes del mundo cree que la muerte no es el final y seguimos sin saber qué ocurría antes del Big Bang.

Científicos e historiadores calculan que desde que aparecimos nosotros, los sapiens, han pasado unas 15.000 generaciones, de las cuales un centenar lo ha hecho desde el inicio de nuestra era. Si la historia de nuestro Universo la redujésemos a un día de 24 horas, nuestra especie se habría originado cuando solo faltaba un segundo para la medianoche. A las 23:59:59. En ese escaso segundo, nos ha dado tiempo de inventar lenguajes, relatos, pinturas, sonidos, religiones que han llenado de belleza a la existencia. Pero también el sapiens se ha convertido en el mayor depredador que nuestro planeta ha conocido. El balance es tremendo en este sentido. Según todas las previsiones, el año 2025 los homos sapiens veremos que nuestra tasa de evolución biológica se verá superada por la inteligencia artificial, y en ese momento la potencia de cálculo de la IA será mil millones de veces superior a la inteligencia humana. Será el momento en que nuestra especie, lo que somos, dejará de tener futuro y comenzará el tiempo de seres que se parecerán tanto a nosotros, como nosotros a los monos. Quizás ellos descubran que el tiempo no es lineal; que la noción de principio y final sobre la que reside toda nuestra manera de actuar no es cierta; y obtengan respuestas al misterio de la vida, que nosotros ahora no podemos ni imaginar. Pero lo que sí es seguro es que cuando estudien lo que fuimos en nuestro segundo como protagonistas de la vida, se preguntarán por qué perdimos nuestro tiempo enfrentados en rencillas tan absurdas como las que nos ocupan.

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