Cuando el ruido eclipsa el encanto

14 de septiembre 2025 - 07:01

El Puerto, con su luz atlántica, su historia marinera y su enclave entre marismas y viñedos, ha sido durante generaciones un refugio estival para quienes buscaban descanso y belleza. Sin embargo, el modelo turístico que se ha consolidado en los últimos años dista mucho de aquel ideal. Lo que antes era sinónimo de veraneo familiar y paseos tranquilos, hoy se ha transformado en un escenario de excesos, ruido y descontrol.

El llamado “turismo de borrachera” ha echado raíces en nuestra ciudad. Jóvenes llegados de distintos puntos de Andalucía y del resto del país desembarcan con un único propósito: fiesta sin límites. Las calles del centro, la Ribera del Marisco y las playas se convierten en escenarios de botellones, música estridente y comportamientos incívicos que poco tienen que ver con el respeto por el entorno o por los vecinos. Este modelo, lejos de generar riqueza sostenible, erosiona la imagen de El Puerto y deteriora la convivencia.

Uno de los focos más conflictivos es Puerto Sherry, donde los chiringuitos parecen operar bajo sus propias reglas. Desde bien entrada la tarde, la música suena a volúmenes desmedidos, extendiéndose por toda la bahía y alcanzando incluso a vecinos de zonas alejadas como La Puntilla o Valdelagrana. El ruido, constante y penetrante, convierte lo que debería ser una jornada relajante de playa en una experiencia incómoda, cuando no directamente insoportable.

La falta de regulación efectiva y de controles sonoros ha generado una sensación de impunidad entre los empresarios del ocio, que actúan sin tener en cuenta el derecho al descanso. El resultado es una ciudad que, en lugar de apostar por un turismo de calidad y respetuoso, parece haber cedido al beneficio rápido y al espectáculo fácil.

Es urgente repensar el modelo turístico. Apostar por la cultura, por el patrimonio y por el entorno natural como pilares de una oferta sostenible. Porque si algo define a una ciudad no es solo lo por lo que ofrece, sino por cómo lo ofrece. Y El Puerto merece mucho más que convertirse en un parque temático del exceso.

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