Renacer azulino

22 de septiembre 2025 - 06:00

Llevábamos sin ir a un partido del Club Deportivo los tres juntos desde antes del confinamiento. El motivo no era precisamente el virus, aunque vírico sí que era. Cuando a uno no le dispensan el trato que le corresponde, conlleva consecuencias y lo que sucedió fue que decidí ausentarme del palco, donde tenía mi abono desde hacía casi una década, indefinidamente. Nos gustaba ir juntos, los tres, mi padre, mi hijo y yo, y, por eso, cuando este nuevo San Fernando 1940 auspiciado por Monchi -que cumplía años precisamente el sábado- en el que arrima el hombre mi amigo el expresidente Dani Luna, junto con tantos viejos colaboradores históricos del club como Pedro, Isabel, Juan José, no sé si también Ángel, se vistió de gala para su primer partido de liga, allá que fuimos las tres generaciones de Montieles.

La primera, en la frente. En una suerte de tremenda compensación justiciera pude ver que el carnet azulino de mi hijo lo identificaba como Enrique en vez de Rodrigo. Quizás debía haberse llamado como su padre y su abuelo. La situación fue divertida y rápidamente volaron mensajes de WhatsApp al grupo familiar. Nos sentamos en nuestros asientos, en una fila alta de la tribuna donde se ve el campo de lujo y mandamos al adolescente a comprar bebida con la promesa vana de que se quedaría la vuelta. Convecinos, amigos, incluso algún mierdecilla que paseaba con su hijo-nieto por los vomitorios, asistíamos en comunión a un partido maravilloso y especial: el debut del nuevo San Fernando 1940 contra nada más y nada menos que el San Fernando Atlético. Un duelo fratricida que fue elegante y resultón en el que destacaron los jóvenes (Unai Vega, que anotó con un soberbio disparo el primer gol de la historia del nuevo club, y el peligrosísimo Jesús Alfred) y los veteranos (Rafa Carrillo, Nano Cavilla, Dani Herrera, Pedro Carrión -que anotó por duplicado- y Juanje Torrejón).

No voy a hablarles del partido, que eso sabe hacerlo mucho mejor Jordi Agabo, sino del ambiente maravilloso, de los más de 4500 isleños que asistimos a un duelo con tantas connotaciones como belleza, a esos jugadores del SF Atlético proponiendo buen fútbol y luchando contra los que algún día quizás fueron sus ídolos, de los socios que recuperaban las mismas ubicaciones donde estuvieron sentados toda la vida, de los niños pequeños que se hacían fotos con Monchi a la salida del estadio, de Diego Núñez Montiel, el peluquero, clamando a los cielos que volvía a ser feliz al tiempo que pedía la concesión del título de hijo predilecto de la ciudad para Dani Luna, y de tantas y tantas sensaciones.

Le auguro una gran temporada al Club Deportivo San Fernando 1940, que apuesta claramente por retornar, como mínimo, a la Tercera División. Y espero que

cada vez seamos más y más, cinco, seis, diez mil socios. Es complicado sacar un club adelante sin apoyo de la masa social de la ciudad y de su Ayuntamiento. Al CDSF lo que le ha faltado siempre, en realidad, es lo primero: un diez por cierto de socios con respecto a la población de la ciudad. Tenemos que ir renovando la afición, llevar a nuestros hijos y nietos, y cuidar el escudo. Algo que, me temo, no han querido o sabido hacer los que venían a ayudarnos de fuera.

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