Los sentimientos isleños

30 de agosto 2023 - 06:00

Los sentimientos propios, los colores, la memoria que rinde su admiración, que es el recuerdo, ante el color, la materia, el tratamiento, la textura, la vida, muchas veces están condicionados por cuadros ajenos. O por sensaciones profundas que me ciegan por ellos. No es lo mismo la ambición de un político que la ambición del mar durante la tormenta: El faro emergente en medio de la espuma (Galán Urrejola), el cielo farallónico, salino de las nubes cuando cesa la lluvia (Pepiño), el cielo veteado como un corte de ámbar (Martínez Güela) la arena de la playa perdida entre sus granos y retamas (Lobato García).

Hoy me pongo a ver cuadros, de Manuel Bravo, de Palacios Acuña, de Ángel Torres, Aurora Mourelle, paisajes tamizados por la forma personal del pintor en los lienzos o telas que lograron. Ah, las pátinas, las texturas, la técnica, los collages, no me interesan tanto, como el resultado, que admiro porque me sosiega y exalta a partes iguales.

¿Por qué? Porque esos paisajes son evolutivos en el ánimo de quienes los pintaron y hoy puedo verlos al igual que las nubes perdidas que bajan por mis patios, con formas, volúmenes, estilos, desarrollo, profundidad…

Es la nostalgia de La Isla. De esa Isla que olvida su cultura, a tantos y tantas, qué no tienen ni publicaciones, ni paredes, ni premios que alienten, como los que se comió la historia con Loaiza. A lo mejor, sin casa de la cultura y sin museo, tendré que recordar que Juan Antonio Lobato posee una Galería de Arte, a favor del artista, o que la Galería Era, también privada, de tanto en vez palpita. Eso me hace latir, como hoy, en las pinturas, lienzos, telas, maderas…trabajos machacados en pos de la creación.

No sé cuántas veces le comenté a Lobato, creador, académico, galerista, que cada vez pintaba mejor. No he visto nunca la ficción, ellos dicen fusión, de la realidad con los abstractos. Lobato es el mejor en esas versatilidades de los lienzos que buscan la pasión.

Prefiero mirar cuadros. Un hiperrealismo de Güela, un collage de Aurora, cuando hunde sus manos en lo que busca, como un extraño diapasón. Ah, el faro de Chipiona, de Urréjola, dónde la simbiosis de la espuma y las nubes en perspectiva son una misma cosa, el agua y el cielo sin evaporación ni contrastes, una playa que entrega su materia a la nada, desértica, de la duna, abstracta y lírica (Lobato)…

Los sentimientos propios condicionan tu exterior. El alma está llena de cromatismos, sensaciones, frases…Y debo aislarme porque la realidad, la calle está saturada de nadies, desde las academias pictóricas del localismo andaluz y la subcultura del igualitarismo, desde el desprecio a los demás y el resentimiento a tutiplén de los de pancarta y grito, o los complejos de la derecha… y el divino miedo a una España terrible…

Así miro el paisaje. Así intento que la mar que busca su identidad de sal entre las algas que arroja a la costa, me ayude a ser un modesto cantor de la tarde. Porque la realidad que fluye, es tormentosa, a veces. Y las dudas, el pincel y la vida, amén.

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