Esta tarde, cuando las sombras líen con su bufanda oscura el entorno y la ciudad, a las siete de la tarde, presentaremos mi libro de poemas en el Centro de Congresos. Es mi último libro. Recuerdo ahora el primero. Vuelo de pruebas, presentado por Juan Mena y Antonio Murciano. Trabajo con los ecos de la memoria. Ya vieja, y lejos de aquellas cosas. Un primer libro es, ahora, aquel paisaje detenido en la nada, que va absorbiendo la memoria. La celebración posterior tuvo lugar en el 15, aquel bar de Gallineras, famoso por las coquinas, las acedías, el pescaíto y el café, ahora cerrado, abandonado, ruinoso y vacío.

In illo tempore, Juan Mena y yo íbamos a respirar el aire brusco de la mar, las maderas patinadas por el salitre en los candrayes, el ciego color neutro de las cosas sin alma, que yacían sobre el lodo. Juan era una metáfora andante, un hacedor, le llamaba la atención la estacha poseída por las algas, la cenicienta tez de las maderas, casi todas escascarañadas, vox nihili pero existente en el acervo. Recuerdo también tertulias en la confitería Nuestra Señora del Carmen, donde comparecía un jovencísimo Enrique Montiel y Pepe González Barba.

Ese fue Vuelo de Pruebas, que hoy concluiré con el cierre de FIN, Mística y Alma. Es un libro sobre la inmortalidad del alma o su conclusión. He conocido suficientes personas que ya no son, las inquietudes, los miedos, la fe, la duda, ante la disolución final del ser. Mi querido amigo José Chamorro escribía en su columna que"la finalización física de la vida separa el alma, inmune ante la muerte, de su envoltorio el cuerpo, que ante esta situación ni es vida, ni deseo, ni movimiento, ni amor y solo queda como el hábito que, durante algún tiempo, mayor o menor, utilizó el verdadero ser." Sócrates, creo lo pensó con intensidad también y manifestó su elogio sin vida eterna y sí con descanso. "En efecto, el temor a la muerte no es otra cosa que creerse sabio sin serlo: es presumir de saber algo que se desconoce. O bien la muerte nos deja reducidos a la nada, sin posibilidad de ningún tipo de sensación, o bien, de acuerdo con lo que algunos dicen, simplemente se trata de un cambio o mudanza del alma de este lugar hacia otro. Si la muerte es la extinción de todo deseo y como una noche de sueño profundo, pero sin ensoñaciones, ¡qué maravillosa ganancia sería!". En medio está la fe. Rezo como rezaron tantos ante los malos instantes. El hombre nace llorando y muere llorando. Mi oración más sincera es esta: Última oración.

El final ya se acerca con la nada/ disolviéndome en ti desde mi mismo./ El terror es el eco del abismo/ cuando te rezo desde la almohada./ Sientes el alma casi abandonada/ con el cáliz sellando su mutismo./ Con tu cuerpo cayendo en los autismos/ de la fosa y la muerte duplicada./ Padre nuestro que cuelgas de mi voz/ estoy con los instantes del calvario,/ te ruego tu piedad, tu amor de Dios./ Los huesos van pidiéndome el osario./ Estoy rezando sólo por tenerte,/ para que no me acabes con la muerte…

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