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Con la llegada del Gran Premio de Motociclismo de Jerez El Puerto de Santa María se convierte, literalmente, en un territorio sin ley. Miles de motocicletas invaden nuestras calles, transformando una ciudad costera y con encanto en un caos absoluto, donde los residentes locales nos vemos obligados a refugiarnos en nuestras casas o, en el peor de los casos, a huir hacia otras provincias buscando un respiro ante tanta marabunta descontrolada.
Lejos de ser un evento que invite al disfrute general, El Puerto se convierte en un escenario de insensatez. Los moteros, muchos de ellos venidos de distintas partes del mundo, campan a sus anchas, haciendo rugir los motores, ignorando las normas de convivencia y sembrando una sensación de desamparo que resulta alarmante. La música ensordecedora, los escapes libres, las aglomeraciones en cada esquina y la escasez de control efectivo por parte de las autoridades transforman este rincón de Andalucía en un lugar donde reina la "ley del más ruidoso".
Es cierto que algunos sectores, como la hostelería y determinados negocios, cosechan beneficios durante este frenesí. Sin embargo, ¿a qué precio? La mayoría de los ciudadanos no recibimos nada más que inconvenientes: calles colapsadas, ruido nocturno insoportable, daños al mobiliario urbano y, sobre todo, una sensación de pérdida de nuestro espacio, de nuestra identidad como comunidad.
Por ello, es crucial que como ciudadanos reflexionemos sobre el impacto que este evento tiene en nuestra ciudad y levantemos nuestras voces con argumentos sólidos y razonados. Es momento de fomentar un diálogo constructivo y proponer alternativas que equilibren el disfrute del motociclismo con el debido respeto al bienestar de los que por aquí vivimos.
Si El Puerto aspira a ser una "gran ciudad", tal y como se proclama en discursos oficiales, es necesario replantear este modelo de turismo extremo que beneficia a unos pocos mientras sacrifica a muchos. Una ciudad verdaderamente grande respeta a sus habitantes, vela por su bienestar y equilibra la balanza entre el ocio y la convivencia. Lamentablemente, en estos días de motociclismo desenfrenado, El Puerto es grande... pero solo para unos cuantos.
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