Camarón en su Isla
Camarón en su Isla
Ni San Fernando ni los isleños tenemos ningún mérito en que naciera aquí un genio del flamenco, del mismo modo que no debemos cargar con la culpa de haber sido la cuna de algún que otro general golpista. Así, no podemos atribuir a la ciudad la enorme contribución al arte de Camarón de la Isla, pero ya que él mismo quiso añadir a su nombre artístico el apellido topográfico de su lugar de nacimiento, tenemos el derecho y la obligación de fomentar el conocimiento de su obra y, por qué no también aprovechar legítimamente el beneficio de una herencia que por su propia voluntad nos pertenece, además de a su familia.
Es verdad que, con el andar de los tiempos, y tal vez por razones de mercadotecnia, desapareció de las portadas de los discos y de los carteles el esencial ‘de la Isla’; eso ha ocurrido incluso, por razones algo más incomprensibles, en la propia denominación y fachada de su Museo junto a la Venta de Vargas. Podemos suponer también que el cantaor mantuvo siempre el amor por su pueblo, aunque nadie pueda descartar que ocurrieran cosas, como a todos, que le hicieran replantear esta relación.
Eso da igual, todo el mundo sabe ya que el cantaor nació aquí, y hace muy bien el Ayuntamiento, como deberían hacer todas las instituciones y entidades apeladas en el caso, en celebrar un año entero dedicado a recordar la figura y obra de José Monge, probablemente la más universal de las nacidas en este rincón, y a recordárselo a todos los que ignoran su lugar de nacimiento. Incluso, sin olvidar otras cosas, no estaría mal que La Isla fuera mentada en muchos lugares como “el sitio donde nació, vivió y está enterrado Camarón”.
El trabajo debe ir ahora enfocado a que la importancia de esta celebración en 2026 llegue a la conciencia y objetivos del mayor número de entidades e instituciones culturales y sociales de este país, fundamentalmente Junta de Andalucía y Gobierno de España y que se concrete de manera visible este apoyo. La cohesión de un pueblo no depende sólo de los pilares evidentes de la economía y los servicios, sino también del sentimiento de herencia común de cosas buenas. ¿Y quién duda hoy en día de que el arte de Camarón es una de las mejores que tenemos?
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