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Han sido muchos años de investigación, pero al final se ha encontrado un fichero desclasificado del C.N.I. que ha arrojado luz sobre uno de los secretos mejor guardados de la democracia post 78, la identidad del detective y vigilante urbano llamado Batman.

Durante décadas se especuló con que el hombre murciélago fuera el rico heredero de una fortuna ingente, uno de los descendientes de la Duquesa de Alba. Aprovechando una vieja almazara de la familia y utilizando los fondos económicos de su madre sin conocimiento del resto de hermanos, el joven aristócrata habría creado la Batcueva, un lugar recóndito escondido en las llanuras manchegas, a mitad de camino de la capital del reino, Madrid, y la del país, Barcelona. Desde allí, utilizando la tecnología más avanzada, y amparado en un equipo de científicos expulsados del C.S.I.C. por haberse derivado su presupuesto a la cuenta de los fondos reservados malgastada en el G.A.L., Batman habría desarrollado multitud de aparatos orientados a la lucha contra el crimen organizado, lo que le a buen seguro le supondría un gran número de problemas.

Mientras el justiciero se dedicaba a interceptar pateras y apalear camellos por las calles, todo el mundo le reía la gracia, pero cuando sus investigaciones lo llevaron a introducirse en las sedes de los partidos políticos, el hombre murciélago se convirtió en una amenaza pública y el Ministerio del Interior puso precio a su cabeza bajo la excusa de que no podía permitirse a un ciudadano anónimo que se tomara la justicia por su cuenta.

Ayudado por el gordo comisario Villarejo, fue esquivando las trampas que se le iban poniendo por el Gobierno de Rajoy, hasta que su contacto policial fue arrestado tras lo sucedido en el Caso Pequeño Nicolás, incoado contra un enigmático y joven supervillano que había utilizado su inteligencia y contactos políticos reales y fingidos para acceder a las zonas VIP de las discotecas de Ibiza.

Tras el cambio de gobierno, Batman esperaba que su situación mejorara, pero erró en su pronóstico. Renacido de sus propias cenizas socialistas, el nuevo presidente, Pedro Sánchez, tenía planes para el justiciero. Primero, lo habría manipulado para que ayudara a la justicia a condenar a los responsables del caso E.R.E. —sus rivales internos del partidos— y posteriormente lo declaró proscrito cuando el vigilante habría descubierto los lazos entre el ministro Illa y las facciones más corruptas del independentismo catalán.

Sin embargo, Batman, tomando una copita de manzanilla en el salón de mando de su Batcueva, no estaría dispuesto a dejarse arrastrar a la podredumbre por un jocoso político, al que el escritor y articulista Pérez-Reverte había tildado de psicópata. Así que, enfundándose una última vez su traje de negro nazareno, el hombre murciélago habría tomado todos sus gadgets y partido en su Bat-Jet para asaltar el Falcon, el avión presidencial, en pleno vuelo de recogida del líder independentista, Carles Puigdemont, en el lugar centroeuropeo al que había huido de la justicia, una vez amnistiado.

Ochenta y cinco años después de su creación, y envuelto aún en misterios, la Bat-Señal sigue iluminando el cielo de Madrid, pero al menos ya se ha sabido que el primer Batman fue mujer: Cayetana Fitz-James Stuart, concretamente.

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