“Aspiro a seguir viviendo en un pueblo de paz y de respeto”

Remedios Palma, alcaldesa de Olvera

Olvera, 25 de julio 2025 - 07:00

Alguien puede imaginar que una alcaldesa de pueblo no tiene tanta tarea como para que no pueda dedicar unas horas al día a la reflexión y al análisis de lo cotidiano, pero se equivocan. Llevo meses queriendo vociferar sobre todo esto que está ocurriendo a mi alrededor y hasta que no he dispuesto de unos días de descanso (descanso es que más de mil kilómetros te aparten de tu rutina y no puedas volver a ella) no he podido explayarme.

No entiendo cómo Trump ha sido elegido presidente de los EEUU. Liderar un discurso enalteciendo actitudes racistas, xenófobas, machistas; imponiendo el autoritarismo y predicando que la ciudadanía ya no tiene control sobre su vida y que las políticas democráticas no les van a ayudar a recuperar ese control, lo ha llevado a dirigir un país, ahora sin rumbo, donde se ha ido instalando el odio como bandera.

No entiendo cómo en pocas semanas hemos conocido dos escándalos de corrupción para obtener beneficios personales desde la gestión política del estado por parte de dos partidos antagonistas y que uno de ellos continúe en la defensa del odio, jugando con la verdad, manipulándola y sirviéndola junto al insulto y la acusación, obviando el sistema de valores que construyó este país, del que nacieron los dos grandes partidos que, hasta hoy, optaban al gobierno.

Esto es muy peligroso, porque la extrema derecha les pretende quitar el espacio para convertirse en la fuerza dominante. En las barras de los bares, toma café cada día con más asiduidad, la beligerancia en temas de migración, la defensa agresiva de la soberanía nacional contra el respeto a las autonomías, a las lenguas, a las culturas… el desprecio por las personas homosexuales o el rechazo por los políticos, así en genérico. La antipolítica se cuela en las tazas junto a los azucarillos y parece que la conclusión es que si lo explicas, estás derrotado. A la tostada se le va untando una capa de odio con un efecto balsámico.

Llevo meses sufriendo insultos y acusaciones falsas en una red social por parte de una señora que se llama Loli Lobato. Su nivel de desinformación, su mala educación y su ristra de acusaciones infundadas son tan grandes, que no me caben en este artículo. No sé si una denuncia por difamación o injurias detendrá su odio. A mi pueblo le afecta todo, como al de todos ustedes, porque formamos una comunidad donde nos damos los buenos días y nos prestamos las herramientas. Nos echamos las manos a la cabeza cuando vemos a los federales empujar a una madre a un coche policial en la puerta de un colegio en Los Ángeles. Nos ponemos de mal humor viendo las persecuciones de marroquíes en Torre Pacheco. Nos arropamos unos a otros cuando una señora vocifera en redes y grupos de wasaps cosas feas de gente que no hace más que su trabajo, con respeto y responsabilidad.

En mi reflexión (por cierto, tildada siempre, para que no me inhabiliten los de las oposiciones de docentes), la palabra que más veces aparece es odio. Si el descontento de la ciudadanía se transforma en odio, no habrá futuro. Es un sentimiento que desea la desaparición del otro. Me aterra ese sentimiento que se está apoderando de todo, esa antipatía mastodóntica con la que se abre la mañana en redes, en los titulares televisivos, en el borde de las piscinas de los amigos o en las colas de la frutería. Yo aspiro a seguir viviendo en un pueblo de paz, de respeto, de diálogo y de desayunos amables compartidos en las barras de los bares.

“Las redes sociales están sirviendo de transmisión del virus del odio…/… una vez despertada la emoción del odio, nos deslizamos por un tobogán emocional que resulta difícil de parar…/… la antipatía al hereje acabó en las hogueras de la inquisición. La antipatía al homosexual en su condena a muerte en algunas naciones. Sófocles decía que el ser humano es deinos, admirable y terrible. Por eso debemos tratarnos con sumo cuidado”. José Antonio Marina

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