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Dice la ciencia que el ser humano moderno, esa raza que diríamos todavía en desarrollo, porta en su ADN rastros considerables de otras especies de homínidos como los denisovanos y los neandertales. De estos últimos, si nos analizáramos todos y cada uno de nosotros, encontraríamos en nuestro genoma entre un uno y un cuatro por ciento. Y ya se sabe desde hace tiempo que, en cuanto a genes, somos casi iguales que los chimpancés, aunque algunos parezcan un poco más agraciados.
Es de suponer que los isleños compartimos estas características del homo sapiens, pero hay un elemento o cromosoma ante cuyo descubrimiento los científicos, si se pusieran, quedarían estupefactos: seguro que todos los paisanos compartimos moléculas y restos ancestrales del que podríamos llamar ‘homo bazanerus’. Estoy en condiciones de afirmar que los nativos de esta llamada ciudad tenemos ese rasgo común. Pocos habrá, o habrán venido recientemente de otro lugar, que no tengan entre sus familiares cercanos o lejanos alguien que haya trabajado o trabaje en la Bazán, ahora llamada Navantia, un legado común que se amplía más en el tiempo si nos remontamos a los más de trescientos años de la fundación del Arsenal de La Carraca y del que podemos sentir, sin ningún tipo de reparo, eso que llamamos orgullo.
El otro día yo, que no soy proclive a los arrebatos chovinistas, sentí esa punzada de orgullo cuando tuve el privilegio agradecido de ser invitado por el Ayuntamiento, junto con muchos más, a conocer las instalaciones del Centro de Excelencia de Sistemas Navales, recientemente inaugurado precisamente en el recinto de la Bazán (qué hermosa resistencia a nombrarla con su actual denominación). Entrar en esos espacios luminosos y de apariencia ultramoderna, conocer el trabajo puntero que allí se realiza y, más importante aún, saber todo lo que se va a hacer en el futuro, provoca esa reacción esperanzada en que un pueblo capaz de albergar e incentivar tanto talento puede mirar hacia adelante con los ojos abiertos.
San Fernando tiene en Navantia, en su gente, un seguro contra la decadencia. Debemos saberlo y celebrarlo.
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