¡Vivan las mujeres! (de España)

Hemos pasado de las tetas de Amaral y el uniforme de la princesa Leonor a las sudadas camisetas rojas de unas jabatas que, tras ser humilladas por la selección japonesa, se unieron con tesón y fortaleza para conseguir desbancar, uno a uno, al resto de equipos favoritos

No he visto un solo minuto del Mundial de fútbol femenino. No por desidia, sino por problemas de agenda, por estar liado, por olvido o por estar más pendiente de los partidos preparatorios del equipo de baloncesto dirigido por Sergio Scariolo. Cuando supe que había marcado España puse inmediatamente el partido, pero acababa de finalizar. Mi familia y yo vimos la celebración en la tele: la repetición sucesiva del gol de la sevillana Olga Carmona, el penalti fallado por Jennifer Hermoso, las caras destrozadas de las jugadoras inglesas, a la balón de oro Alexia Putellas, la entrega de los premios (el de Mejor jugadora joven, para Salma Paralluelo), los abrazos de la Reina Letizia y la princesa Sofía con las futbolistas españolas, los selfies y los bailes, la destrucción maravillosa del protocolo. Vimos también a Luis Rubiales, loco de contento, regalando abrazos, gestos de complicidad e incluso un muy criticado pico a Hermoso. Con toda esa alegría desbordada, la sensación palpable de haber hecho algo histórico tan presente, mi esposa dijo espontáneamente saliéndole del alma: ¡vivan las mujeres!

Pues sí, en el día de ayer María Pérez, otra española, ganó el Campeonato del Mundo de 20 kms Marcha, el otro día las U16 de baloncesto también subieron al podio, y además tenemos el equipo de fútbol, dirigido por Jorge Vilda, un seleccionador al que hace un año intentaron cargarse quince jugadoras y que hoy ha llevado a este deporte femenino a su cota más alta: la victoria en un Mundial.

Hemos pasado de las tetas de Amaral y el uniforme de la princesa Leonor a las sudadas camisetas rojas de unas jabatas que, tras ser humilladas por la selección japonesa, se unieron con tesón y fortaleza para conseguir desbancar, uno a uno, al resto de equipos favoritos. Esto es muy español, la verdad. Una característica muy nuestra. Como también lo es el criticar cualquier cosa en el peor momento.

En cuanto acabó el partido, y tras las primeras felicitaciones, inmediatamente aparecieron los agoreros, agoreras y agoreres para saldar cuentas, cobrarse revanchas, pedir dimisiones, apuntar culpables y enmerdecer, en definitiva, los laureles nacionales. Hasta que me harté y me fui a dormir la siesta leí todo tipo de estulticias: que si un equipo masculino de tercera las hubiera destrozado, que si con su éxito, las jugadoras españolas se vengaban de esos niños que arrinconaban (sic) a las niñas en los patios del colegio, que si Rubiales es un baboso, que si las seleccionadas juegan fatal, el partido es un tostonazo (que diría Santiago Lorenzo) o que menos mal que la competición había acabado ya para que se acabara este fariseísmo profeminista.

Hay gente que sólo es feliz cuando su vecino sufre desgracias, esa es otra de las realidades comunes a muchos españoles. Yo, que no he podido ver ni un sólo minuto de juego, tampoco lo necesito para sentirme orgulloso de esas mujeres que han sudado la enseña nacional llevando a su equipo a una victoria única y sin precedentes. No he llorado viéndolas llorar, pero sí me emocioné al saber que la familia de Olga Carmona, la futbolista que marcó el gol de la victoria española, le había ocultado el fallecimiento de su padre, días atrás. Estoy convencido de que desde el cielo, el señor Carmona inspiró ese zurdazo pegado al palo que descerrajó su hija. No hay nada más español que eso, tampoco: cuidar de nuestra familia. Que en paz descanse, y que vivan las mujeres (de España).

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