Picharrap

Acusan algunos a Pablo Motos de blanquear a la ultraderecha y a mí lo que me preocupa es que blanquee a esta peña de traperos y reguetoneros al llevarlos a la hora prime para beneficiarse mutuamente

Nos han invadido los dioses caídos o aún por caer, esos muchachos y muchachas y muchaches tatuados por doquier y casi por encima de sus posibilidades, vestidos con ropa deportiva de Nike y/o Adidas, ocultos sus bellos rostros por gafas de dragcuin en un afterhours, tapados sus cráneos privilegiados de rapsodas eternos por gorros de mariscador y sus pezuñas de corredor de fondo revestidas de botas Converse de cuello largo.

Esos titanes son los que nos dicen que cantan, los chicos estólidos que picoteaban en las peleas de gallos antes de convertirse en paródicas imitaciones, en la digievolución, de un cani cañí sin Autotune. Me refiero, claro está, a ellos. Los reguetoneros. Y digo que nos invaden porque si miramos la relación de conciertos veraniegos que se avecinan desde ya, tanto en San Fernando como en Sancti Petri, no dejamos de verlos desembarcar como si esto fuera Normandía y nosotros nazis apostados en el dictamen del buen gusto unidireccional.

Vienen a las costas gaditanas los artistas latinos del trap y el reguetón; gente que uno ignora -por la edad, y porque me va más cualquier otra disciplina musical- pero que son recitados de memoria por la chavalería, como si les preguntaran la tabla de multiplicar del 9 (es ironía, muchos no se la saben). Me refiero a Duki, Eladio Carrión, Nicky Jam, Manuel Turizo, Feid, Emilia, Danny Ocean, Bad Gyal y el más grande de todos ellos, el argentino Bizarrap, que fue el jueves pasado al Hormiguero.

Acusan algunos a Pablo Motos de blanquear a la ultraderecha y a mí lo que me preocupa es que blanquee a esta peña de traperos y reguetoneros al llevarlos a la hora prime para beneficiarse mutuamente: Motos, de la audiencia juvenil que atraen, y el productor veinteañero, de la notoriedad que otorga el programa. En días correlativos: Pedro Sánchez, Feijóo y Bizarrap, haciendo promo éste último de su línea de ropa. Un chaval simpático, eso sí, como me lo pareció también Quevedo. Tendrá que ver.

Me pregunto si estos conciertos de música latina (si me permiten la licencia de llamarla así, "música" y "latina") que aparecen una y otra vez por los principales festivales de nuestra tierra responden a la moda, esa línea a seguir por el rebaño que somos todos, en algún momento, o bien a que eso es lo que nos gusta a los sureños, aparte del flamenco. Si no es nuestro jarabe particular para la tos gaditana: el Picharrap.

En cualquier caso, hay que respetar los gustos ajenos. Los promotores llevan a los artistas que les rinden beneficio, y el público va a donde le parece oportuno gastarse los euros. Eso está fuera de toda duda. Para ver a determinadas bandas o cantantes uno tiene que emigrar, pero bueno, ya tengo asumido que soy una aplastante minoría absoluta, como dijeron en su día los Extremoduro.  En definitiva, paso de esta gente. Yo a donde voy a ir es a Sevilla, a llevar a mi hijo a ver Trueno. Argentino y rapero. Que es lo que toca.

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