Análisis

RAfael Duarte

Paisajes, alma y mar

De Salas es un pintor muy 'sui generis', un creador de pintura rápida, un muralista

En el mismo centro de La Isla, en la plaza del Rey, en la cervecería de tantas generaciones, la gerencia de la misma y su encargado, es decir, Roberto Sánchez Casas y Antonio García Chorat, traen de su mano la obra de Ignacio De Salas a la Gran Vía con una exposición de cuadros, la mayoría óleos, témperas, paisajes en lienzos de pequeño formato. Estaba colgándolos la otra mañana sobre la monotonía alicatada del azulejo. Imagine, cerveza fría o manzanilla Barbiana, aire acondicionado y el perfil del Castillo de Sancti Petri con las olas liándose en su espuma, ese rodillo blanco de extender las mareas. O el secadal abandonado de la Salina de la Dolores que conserva el verdor de alguna palmera, o la playa de la Casería de Ossio donde las barcas redecoradas por el salitre, esta vez en grises, amontonan el cielo sobre el fango que tiene ese color.

De Salas es un pintor muy sui generis, un creador de pintura rápida, un muralista no grafitero que hace grafitis a su forma. Nadie sabe la cantidad de exteriores e interiores que ha pintado en La Isla. Nadie. Ahora regresa a un local con una exposición al uso. Y está vendiendo. Mi amigo Paco Aragón ha comprado un ocaso sucio y marismero a la manera de Monet y lo saca a la luz de la calle para mostrarme cómo reacciona a la luz natural, esa delicia. Tiene un retrato surrealista de Camarón, otro del Chato de La Isla, otro del cantaor muy jondo, Lucas. Muy popular es Salas. Ecos del pueblo por su obra.

Aparece un puerto nocturno saturado de barcos, o un oleaje entre piedras con el verde blancuzco del adelgazamiento del agua y el daguerrotipo blanco y caballuno de la sal. Allí fuimos José Ruiz Martínez, el alma de La Isla, el doctor Joaquín Calap y el doctor Chamorro en asaz tertulia.

Por encima del mutilado ayuntamiento el cielo le ponía a la calor cuajarones de nubes para tentar el pincel del pintor. Nos faltaban, cosas de los veranos, Juan García Cubillana y el magistrado don Manuel Zambrano. Hablábamos de libros sin meninas ni filondangos y del color del mar tan corusco en La Isla.

De Salas tiene casi toda la obra vendida. A mí me gusta como corre la mano. Cómo reparte la textura o el color ya mezclado que va a ser agua o salicornia. A mí me gusta ese pintor elemental y asilvestrado, tan distinto de mis admirados Pepiño o Güela y Urréjola.

El puente de Ureña, igual que mi columna, está allí. Y La Casería con arrabales de olvido. Parece que de pronto cruje la voz de Lucas, sobre tanta calima de tarde de domingo, con el ciego diptongo del calor en la Plaza del Rey.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios