«Lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible». Ni el mismísimo Aristóteles, ni el genial Marco Tulio Cicerón, ni siquiera el brillante Schopenhauer, en ninguna de sus diatribas filosóficas, alcanzó nunca a llegar a la altura del imperativo categórico de esta sobresaliente sentencia del torero Rafael Guerra, Guerrita.

Y es que en este mundo de la política, donde impera la “desmeritocracia”, la mentira y la tiesura, la frase de Guerrita cobra más sentido aún. A nivel local tenemos un claro ejemplo en Beardo, el portavoz adjunto de diputación a tiempo completo que cobra sin ir a trabajar, y su inepto equipo de gobierno.

Pero si alguien destaca por encima de todos ellos, en clave negativa, es sin lugar a duda Curro Martínez, Currito. Se ha ganado a pulso, pasar a la historia de El Puerto como uno de los peores concejales que haya tenido nuestra ciudad, y no lo tildo como pésimo porque ese deshonroso puesto lo encabezará por décadas Bello que, hasta los acérrimos “bearditas de genuflexión ciática”, convendrán conmigo que es el máximo exponente del súmmum de la peor política portuense.

A Currito se le puede calificar, de forma peyorativa, con todos los calificativos que recoge la RAE. Aun así, en mi opinión hay dos que definen claramente su bien merecido paso por el olvido colectivo del Ayuntamiento: indigno, porque desde el primer momento del Mandato no ha demostrado el más mínimo atisbo de dignidad, una cualidad que un ser humano, sean cuales quieran las circunstancias que le rodeasen, jamás debe perder, y muchos menos dejar que se la pisoteen, por venderse por un triste plato de lentejas, y el otro epíteto que lo define es el de humillado, hasta el máximo extremo de la sumisión y el acatamiento a su amo y señor Beardo, que lo ha manejado como un pelele, para sus arteras maniobras, dejándolo mudo, ciego y sordo, y solo permitiéndole seguir gozando de un sueldo que debería sentir vergüenza recibirlo todos los meses.

A partir del día siguiente a las elecciones municipales, veremos a Currito contando olas en la playa de la Puntilla, y gritando a pleno pulmón “Mi Puerto”, sin que nadie lo escuche. El despido se lo ha ganado a pulso.

Disfruten lo votado.

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