Análisis

Manolo Fossati

La Casa en ruinas

Es notable la poca sensibilidad por parte de los responsables municipales, dueños de esta casa sin barrer y que, evidentemente, han puesto sus miras en otras cosas más urgente para ellos, no sé, tal vez convertir La Isla en la capital mundial de los eventos

El alma se cae a los pies cada vez que un trozo de la antigua casa de la Cruz Roja se desploma. Es como un desplome paralelo de nuestra memoria, puesto que prácticamente todo isleño de una cierta edad (larga) tiene un recuerdo al menos asociado a lo que también fue Casa de Socorro. Tan precioso edificio, que además es prácticamente la primera cara que muestra San Fernando al visitante que entra desde la Península, y situada tan cerca de otros inmuebles que se quieren emblemáticos, como el Museo Camarón, la Venta de Vargas y el Castillo de San Romualdo, está siendo derrumbado por el tiempo, los elementos y la desidia, en una acción conjunta que alguien con poder municipal debería detener ya mismo.

Lo más vivo que se puede contemplar entre sus paredes son las plantas, las acacias salinas y las higueras que se asoman a la calle por sus en otros tiempos lustrosos cierros, enseñoreándose del lugar y destrozándolo al mismo tiempo, aunque son las que menos culpa tienen en este desastre. Seguramente hay muchas razones técnicas para explicar esta situación, pero me da que muy pocas para justificarla. Y, al mismo tiempo, es notable la poca sensibilidad por parte de los responsables municipales, dueños de esta casa sin barrer y que, evidentemente, han puesto sus miras en otras cosas más urgente para ellos, no sé, tal vez convertir La Isla en la capital mundial de los eventos. Aunque no veo la incompatibilidad entre una cosa y otra.

Extraña mucho más esta deriva hacia la decadencia totalmente evitable de una instalación que, por tamaño y ubicación, podría ser sede de cualquier institución oficial o cultural, y contribuiría además a dinamizar (esa palabra tan querida) esa zona un tanto gris de la principal calle de la ciudad, donde empieza o acaba todo, dado que la situación económica del Ayuntamiento de San Fernando es bastante desahogada, según se proclama a cada ocasión propicia. Cada ruina de un edificio público es una vergüenza para el ciudadano sensible, categoría humana en la que uno espera que se encuadren todos y cada uno de nuestros representantes elegidos por el voto.

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