Este verano me ha dado por los monólogos. Comencé por uno que dio Manolo Morera en la nueva Sala Holiday y luego he podido disfrutar de Los Compadres -somos carajotes- y del propio Morera con Carlos Mení -la vida es un cachondeo- en el Baluarte de la Candelaria de Cádiz. Me queda ver al Comandante Lara (y a su cuñado Ramiro) en octubre. Aparte de los magníficos conciertos a los que he podido asistir en este verano que acaba de extinguirse -el de Saurom en el Bahía Sound fue impresionante, el de Tótem ensemble en el Candlelight de El Puerto fue un gozo, y el del rapero Trueno en Sevilla fue chispeante- decidí ahondar en la vis cómica y echar unas risas con humores de diferente calado: inteligente, sinvergüenza, macarra o glorioso. Cádiz y Sevilla, Sevilla y Cádiz. Mucho carnaval y doble sentido. 

Tengo comprobado que el sentido de humor es un elemento definitorio del cociente intelectual. Una persona graciosa sabe anticiparse a la reacción de su público, acude a lugares comunes, juega con su complicidad, hace la vida más feliz. Los humoristas tienen la capacidad de transgredir, como modernos bufones, y echarnos en cara nuestros propios vicios provocando la carcajada, lo que hace la herida producida al ego mucho más soportable. Hay diferencias entre humoristas patanegra como los que he dicho antes o el que para mí es el Messi de todos los artistas del humor, el Selu, y los graciosos de tasca, taberna y rabadilla peluda, machistas orangutanes zafios anclados en otra época, consumidores de casetes de venta de carretera. No es lo mismo ser gracioso que caer en gracia, igual que unos nacen con estrella y otros estrellados.

Tendríamos que determinar en qué categoría incluir a Luis Rubiales. Como dije en mi anterior columna, llegué tarde al partido y sólo vi su celebración. Curiosamente, antes de que se extendiese la polémica del pico a Jenni Hermoso, había publicado yo un post (antes tuit) en X (antes Twitter) aludiendo a la simetría que podría producirse si algún presentador besaba a Olga Carmona en medio de la retransmisión como un Casillas cualquiera que robara un ósculo en directo a Sara Carbonero.

Me llamó la atención la efusividad de Rubiales con todas las jugadoras españolas. Incluso observé que una de ellas tenía un saludo privado con el presidente. Gente abrazada desbordantemente, cogiéndose en volandas. Exacerbación máxima. Todo ello me hizo pensar que posiblemente hubiera entablado una relación muy cercana con las jugadoras, tal y como pasa con la Familia baloncestística. Es más, cuando vi el beso entre LR y JH, como buen abogado del diablo pensé que quizás fueran pareja. O amigos íntimos, de esos que no dan importancia a estos detalles que, por otro lado, yo no profeso.

Desde el día del beso -robado o no, da igual- ha pasado ya una semana y tras mil y una peticiones de dimisión, comunicados de todo tipo, órdenes de alejamiento oficiosas, apoyos multitudinarios, pancartas cadistas, traiciones al amanecer, silencios gubernamentales, cobro de deudas pendientes, vendettas, indignación, etc, reconozco que he acabado sumamente desbordado con el asunto. Aún así, gente a la que quiero me ha pedido que dé mi opinión, así que voy a hacerlo del modo más objetivo y antiliterario posible. Allá voy.

Luis Rubiales tiene que ser cesado inmediatamente por el TAD por su escandaloso comportamiento en presencia de la Reina y la Infanta, tocándose sus genitales en plena celebración, y principalmente por sus conductas sexualizadas, machistas, inapropiadas e imperdonables con las jugadoras. Básicamente, porque un tipo que gana lo que dicen que gana no va a pedir la baja voluntaria en su empresa. Así que la autoridad competente tiene que evitar el mantenimiento del ridículo, preparar el finiquito y la indemnización, y mandar al Sr. Rubiales al paro con un despido disciplinario. Luego ya veremos qué pasa en los juzgados de lo Social. Pero eso debe darle igual a la gente que dirige el fútbol y al CSD. No hablo ya de diferenciar entre ética y estética, sino en fijar líneas rojas y erradicar las conductas subversivas y machistoides en el deporte español. Y hacérsela conocer a todos su integrantes.

Dimite y besarás, podrían haberle dicho a Rubiales. Si besas, dimites. Y si no lo haces, como diría el inteligentísimo Yuyu de Cádiz, que te manden a la mismísima Venta del Nabo.

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