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Ábranse de ojos

Hay que recordar a grandes artistas españoles que han conseguido que la industria del cómic no deje de crecer alejándose del superheroísmo

El otro día se celebró por primera vez en España el día del cómic. En Cádiz, un nutrido grupo de artistas y amigos de Carlos Pacheco se unieron para homenajear al recordado dibujante de San Roque, mientras que en Sevilla se organizó la Hispacómic, con un notable éxito de participantes y asistentes. En este país nuestro, pleno de comisionistas, algunos encontramos refugio en cómics, tebeos y novelas gráficas (hay quien sostiene que son lo mismo), pero no ya porque nos trasladen a la infancia -que también- sino porque asistimos al auge de un arte maduro y en crecimiento a la vez.

Es probable que mucho tenga que ver con esto la labor de gente como el propio Pacheco, Larroca, Ferry, Merino o Marín y tantos que, como ellos, dieron el salto del charco hacia EEUU para trabajar en DC o Marvel, pero también hay que recordar a grandes artistas españoles que han conseguido que la industria del cómic no deje de crecer alejándose del superheroísmo.

Pienso, por ejemplo, en David Rubín, que colaboró con Paul Pope en El momento de Aurora West, y que tiene grandes obras como El Héroe y Beowulf, que hizo con Santiago García, creador, junto con Luis Bustos, de ¡García! -obra que ha sido llevada a serie-, y también en Díaz Canales y Juanjo Guarnido, con su espectacular Blacksad, una historia noir en varios tomos protagonizada por animales humanizados, que ha ganado todo tipo de premios. Merece también mención El Buscón de las Indias, de Guarnido.

Hay grandísimas obras como El velo, de El torres y Gabriel Hernández, El arte de volar y El ala rota, de Antonio Altarriba y Kim, El vecino, de Santiago García y Pepo Pérez, Un largo silencio, de Francisco Gallardo Sarmiento y, sobre todo, Miguel Gallardo, y, más recientemente, Black Hand y Iron Hero, de David López, y una maravillosa novela gráfica que ha impactado a los aficionados al género: Contrapaso, los hijos de los otros, de Teresa Valero, que está preparando su segundo volumen.

Por último, haciendo un aparte, hay que hablar del valenciano Paco Roca, que atesora obras maestras de todo tipo, como Los surcos del azar, El tesoro del Cisne Negro, Arrugas, o, su última novela gráfica, El abismo del Olvido, creada junto a Rodrigo Terrasa, y que vuelve a ahondar en la memoria histórica y las injusticias de la guerra civil española desde el prisma de los familiares de las víctimas.

Quisiera encontrar un tipo de novela gráfica diferente a todas las anteriores, una que se refiera de un modo periodístico a los sucesos que están acaeciendo en el país, como si fuera un ensayo o una docuserie. Un trabajo de investigación convertido en viñetas, sobre el 11M, el proceso secesionista-independentista, la corrupción aparecida en el PP y el PSOE, sobre el Pequeño Nicolás, o la lucha contra ETA. Yo tengo el convencimiento de que el cómic se adapta al nuevo mundo, a la inmediatez y la visibilidad como automatismo, tanto o más que el libro. Dejen de despreciarlo de una vez y ábranse de ojos.

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