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PREDATOR: BADLANDS | CRÍTICA
*** 'Predator: Badlands'. Ciencia ficción. 2025. 107 min. Dirección: Dan Trachtenberg. Guion: Dan Trachtenberg, Patrick Aison. Música: Sarah Schachner, Benjamin Wallfisch. Fotografía: Jeff Cutter. Intérpretes: Elle Fanning, Dimitrius Koloamatangi.
El tiempo vuela. Va camino de medio siglo, allá por 1987, que John McTiernan dirigió y Arnold Schwarzenegger interpretó “Predator”, inmenso éxito que originó tres secuelas, una inmediata y dos espaciadas –Predator 2 (John Hopkins, 1990), Predators (Nimrod Antal, 2010) y The Predator (Shane Black, 2018)- a las que se sumaron los tutti mostri del díptico Alien vs. Predator (Paul W. S. Anderson, 2004) y Alien vs. Predator: Requiem (Strause, 2008). En 2002 Dan Trachtenberg rodó la precuela –Depredador: la presa– que sirvió, distribuida directamente en plataformas por Disney+, como inicio de revitalización de la franquicia.
Trachtenberg, un apreciable director que había debutado en el largometraje en 2016 con la estupenda película de angustia y terror Calle Clovefield 10, ofrece ahora, siempre con Disney, esta segunda entrega de la segunda fase de explotación del depredador. Girando del terror y la violencia de la película fundacional al cine de fantasía y aventuras para un público tan joven como este Predator adolescente. ¿Recuerdan los más viejos o más frikis la moda de los monstruos adolescentes de los años 50, tipo Teenage Monster, Yo fui un hombre lobo adolescente o Yo fui un Frankenstein adolescente? Pues esta película podría llamarse Yo fui un Predator adolescente.
Como todo adolescente que en cine se precie, es rechazado por su muy espartano padre (ya verán por qué) y por los suyos, tan crueles en su remoto planeta como en este, y ha de demostrarles su valor enfrentándose en las tierras hostiles de un planeta lleno de peligrosas criaturas a la más temible de las bestias, acompañado -como es preceptivo- por una joven que resulta ser una androide también con problemas y -literalmente- algunas carencias.
Un argumento explotado por un buen puñado de novelas y películas iniciáticas de todo tipo, desde aventuras marinas o africanas a westerns en las que un joven guerrero indio, africano o rostro pálido deja su tribu o su comunidad porque lo expulsan o para iniciar un rito de paso. La humanización del Predator le priva de su terrorífica fuerza originaria, pero lo convierte en el simpático, y hasta tierno, protagonista de una entretenida película de fantasía en la que no faltan por supuesto luchas y violencia, pero muy suavizadas en esta aventura con regusto a muchas otras aventuras que, como es propio de las del viejo cine, no renuncia ni al humor ni a la inclusión de una extravagante criaturita. Al actor neozelandés de nombre impronunciable Dimitrius Schuster-Koloamatangi se le supone un buen trabajo tras el complicado maquillaje y Elle Fanning está bien en su doble papel.
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